Viaje al corazón de la Patagonia
El director Carlos Sorín cruza tres relatos en 'Historias mínimas'.
A 2.300 kilómetros de Buenos Aires, en medio de un territorio gigantesco y prácticamente deshabitado, un equipo de trece personas rodó Historias mínimas. La película, situada en el lejano paisaje de la Patagonia, narra tres historias: la de un viejo que busca a su perro perdido, la de un vendedor ambulante y una tarta de cumpleaños y la de una joven elegida para un concurso de la televisión local. Las tres tienen en común el territorio en el que ocurren: 'La Patagonia es una reserva moral de Argentina', dice Sorín, 'es ese lugar donde muchos dicen ir cuando quieren huir de todo, fue un lugar muy de hippies. A mí siempre me atrajo, quizá porque me recuerda a los lugares que vi de adolescente en las películas del oeste, siempre con esas distancias dramáticas entre un sitio y otro. La Patagonia es, por un lado, el fin del mundo, y por otro parece el principio'.
Historias mínimas debe su nombre no sólo al tipo de relato que propone, sino a la cámara que usó Sorín para rodar el filme. 'Se trata de Aaton mínima. Es una cámara de nueva generación que ha sacado una empresa francesa, de súper 16, y que es perfecta para este tipo de película, alejada de los sistemas industriales. Casi parece una cámara personal, pero es de altísima tecnología. Es perfecta para el cine que propongo, de muy bajo presupuesto, ideal para un mercado como el argentino, o sea, para un mercado que no existe'.
Sorín cita dos películas como principales referentes del guión. Una historia verdadera, de David Lynch, y Milagro en Milán, de De Sica. 'La historia del viejo tiene mucho de la historia de Lynch, y Milagro en Milán tenía el tono'. Historias mínimas es una película producida por él mismo 'con el dinero que he ganado en publicidad. Ningún productor hubiera financiado una película en la Patagonia sobre un viejo que busca un perro, así que me lo produje yo mismo, con un sistema que se aleja de los modelos industriales y que hoy considero más vigente y necesario que nunca'.
Excepto Javier Lombardo, todo el reparto de Historias mínimas es de actores no profesionales. Elegidos por el director durante cuatro meses de casting y más de mil pruebas. 'Mi primer contacto con actores naturales fue en un anuncio que rodé precisamente en la Patagonia. Aquello me fascinó. Al rodar con ellos las cosas que ocurren ocurren de verdad, la situación es de ficción, pero lo que está pasando pasa. Evidentemente, tiene sus limitaciones dramáticas, pero la película gana algo testimonial, algo único e inimitable que pertenece al cine documental'.
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