_
_
_
_
Entrevista:LAURA RESTREPO | EQUIPAJE DE BOLSILLO

'La literatura me engancha cuando la palabra me acerca a la vida'

La literatura de Laura Restrepo surge de un país Sísifo. De 'uno donde la gente se juega todo durante el día, donde la vida se desploma cada noche y hay que reconstruirla cada mañana'. Así retrata Laura Restrepo (Bogotá, 1950) Colombia, en cuya vorágine da los primeros pasos a los 15 años, cuando ingresa en la Facultad de Literatura, y se adentra en ella con su traslado a la de Ciencias Políticas. A partir de ahí, los sucesos llegan a su vida en tropel, con su militancia en el trotskismo durante 20 años, vive la dictadura de Argentina, participa en las negociaciones de paz del grupo guerrillero M-19 de su país y se exilia en México por amenazas hasta que puede regresar a Colombia en los noventa. Todo ello mientras, desde los años ochenta, ejercía como periodista.

Más información
La colombiana Laura Restrepo gana el Alfaguara de Novela con 'Delirio'

PREGUNTA. ¿Qué diferencia hay entre la literatura colombiana de los años del boom y la actual?

RESPUESTA. Cuando yo tenía 17 años se publicó Cien años de soledad. Venía precedida por Pedro Páramo, de Juan Rulfo; por Gran Sertón: veredas, de Guimarães Rosa; y por Los ríos profundos, de José María Arguedas. Era una tetralogía que sentaba los cimientos de nuestra novela en terrenos fundacionales y míticos. Pero después, como éramos muy politizados, urbanos, laicos y metidos con lo social, no nos quedó más remedio que tomar cada cual su camino, renunciar a visiones cosmológicas o totalizadoras. Aterrizar en lo cotidiano, aprenderle más a Vargas Llosa y asumir nuestras pequeñas historias particulares.

P. No ha sido fácil.

R. Es posible que lo que se haya producido en Colombia sea más bien una literatura de caínes. Pero novelas como La Virgen de los sicarios y El desbarrancadero, de Fernando Vallejo, demuestran que los hijos oscuros se pueden rebelar con maestría y fiereza.

P. En su caso de levantar con sus novelas un mapa social y político.

R. Antes de escribir ficción me dediqué durante 20 años a la política y al periodismo, y en mis novelas he seguido dándole cuerda a esos dos grandes entusiasmos. Si Colombia ha sido mi obsesión es porque aquí vivo, aquí investigo, aquí se hace hombre mi hijo y lo que aquí ocurre me incumbe hasta la médula. Además, Colombia es un territorio difícil pero fascinante para un escritor, porque estamos atravesando por un periodo de tierra arrasada y de desplome en todos los niveles que exige que la vida sea inventada de nuevo. Aunque también me tomo alguna licencia y ubico la narración en otros lados: La Isla de la Pasión transcurre en México y Olor a rosas invisibles en Estados Unidos, y ando batallando con una nueva novela que también transcurre lejos.

P. Pero siempre con sobrevivientes que viven en medio de la zozobra y el riesgo, con atisbos de alegría.

R. Es parte del arte y la maña de la mayoría de los colombianos, dentro y fuera de la ficción... Empujo a mis personajes hasta el límite, les pongo todo en contra, les doy la paliza y luego les sigo los pasos a medida que sobreviven a la catástrofe, exigiéndoles dignidad y, en lo posible, sentido del humor. No es fácil imaginar de dónde saca la gente la fe o la reserva de coraje e ironía para seguir adelante... y ahí es cuando debo investigar.

P. Sobre todo con temas como la pasión que tanto dominan sus novelas.

R. Difícil una palabra más esquizofrénica que pasión, con esa doble carga profana y religiosa que hace que se encuentren el amor y el dolor, el entusiasmo y el tormento, el afecto y la lujuria. Es un ingrediente que me interesa mucho -quizá porque yo misma siempre he vivido como sentada sobre un volcán- y procuro inyectarle pasión a mis libros. A lo mejor precisamente por eso, para contrarrestar, trabajo tanto estructuras que contengan aquello e impidan que reviente.

P. Sacramento, un personaje de La novia oscura, cree que la literatura es unconjuro y puede revelar claves secretas.

R. Muy buena la literatura pero mejor aún la vida. Lo digo sin ambages en tiempos donde lo políticamente correcto parece ser los altares a la cultura y la veneración de la palabra por sí misma. A mí la literatura me engancha en la medida en que, a través de la palabra, me acerca a la vida, me ayuda a comprenderla y me anima a celebrarla. Aunque tiene que estar bien escrita, si no, no se produce el conjuro del que habla Sacramento.

P. Por ejemplo.

R. De algo actual es Cuando éramos huérfanos, de Ishiguro, por que me permite explorar esa zona ignota entre el sueño y la vigilia. O la poesía del peruano José Watanabe que me obliga a escuchar las palpitaciones inquietantes de la intersección entre el animal y el hombre. O Cormac McCarthy, que en Todos los hermosos caballos me lleva a la sangrante frontera entre el alma rural y el alma urbana. A eso llamo yo revelaciones.

P. ¿Qué autor contemporáneo le interesa en especial?

R. Ahora hay escritores tan buenos como cualquiera de los clásicos. Pero me quedo con Pierre Michon, autor de Rimbaud el hijo y de Vidas minúsculas, que reinventa al ser humano y a la palabra que lo expresa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_