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Reportaje:

La llamada de Grazalema

El pintor y antropólogo Ginés Serrano-Pagán reconstruye la historia de este pueblo de Cádiz

Reyes Rincón

La primera persona con la que se cruzó el pintor y antropólogo Ginés Serrán-Pagán (Ceuta, 1949) cuando pisó por primera vez Grazalema, en 1973, fue Miguel, al que él identificó como 'el tonto del pueblo'. Tras una corta conversación, Miguel le pidió un cigarro. El pintor le extendió su mano con uno y el vecino sacó de su bolsillo una cajetilla repleta de cigarrillos y se lo guardó. 'Pues si este es el tonto del pueblo, ¡cómo serán los demás de listos...!', pensó Serrán-Pagán, que, tras vivir 30 años fuera de España, acaba de regresar con la intención de quedarse, reconstruir la historia de Grazalema y encontrar en el sosiego de la sierra nuevos motivos para su pintura.

Serrán-Pagán estudiaba Filosofía en Sevilla cuando en 1971, con 21 años y 2.000 pesetas, decidió marcharse a Nueva York 'a la aventura'. Consiguió entar en la Universidad y que lo admitieran en el departamento de Antropología. Fue allí donde descubrió Grazalema al encontrarse con un libro escrito por un antropólogo inglés sobre esta localidad de la sierra de Cádiz. 'No me pareció que retratara la realidad cultural y social, ni hablaba de la industria textil, de la fiesta del toro de cuerda, de la división ideológica en la Guerra Civil', subraya.

Así que se propuso viajar a Grazalema para reinterpretar la obra. Pasó nueve años reconstruyendo la historia del pueblo, buscando documentación entre Grazalema, Madrid, Nueva York o Washington. El resultado fueron dos libros que ahora se propone actualizar. 'Este era el momento de regresar a España. Desde aquella investigación no he vuelto a trabajar aquí', subraya. Sus cuadros se han exhibido en 120 exposiciones en 15 países distintos, pero nunca en el suyo. 'Es como si hubiera dejado España para el postre', dice.

Llegó a Grazalema hace poco más de un mes. Alquiló una casa que cuelga sobre la sierra y reunió a un grupo diez jóvenes del pueblo como colaboradores en su investigación. En diciembre publicará El toro de Grazalema, con más de 150 fotografías sobre la evolución de la fiesta. Y más adelante, una serie de seis libros sobre la distintos aspectos de la vida y la historia del pueblo. 'Será un banco de datos importantísimo', vaticina.La vida rural le servirá también para preparar nuevas exposiciones. 'Las pinturas que voy a hacer estarán influidas por lo que se vive aquí', asegura.

Entre sus planes está incluso comprar un pueblo abandonado, rehabilitarlo casa por casa y formar una comunidad de artistas e intelectuales. Ya ha localizado más de 2.000, la mayoría en Galicia y Aragón, aunque prefiere seguir buscando hasta dar con alguno en Andalucía. Asegura que se han apuntado a su idea muchos amigos artistas, desde estadounidenses a japoneses. 'Me llaman todos los días para preguntarme '¿has encontrado ya el pueblo?'. 'No hay nada así en España. Gente que quiere una vida tranquila, de creación. Ahora lo puedo hacer y lo voy a hacer', subraya.

Antropología sobre el lienzo

Desde que Ginés Serrán-Pagán se marchó de España, en 1971, ha vivido en Estados Unidos, Japón, China, Filipina, Tailandia o Bali; con esquimales de Cánada, beduinos en Oriente Próximo e indios americanos en Dakota del Sur, a los que representó como asesor antropólogo de las Naciones Unidas.

Los líderes indígenas le siguen considerando uno de las principales abogados de su causa y le recuerdan a menudo que gracias a ellos descubrió su afición a pintar. 'El tiempo que trabajé con los indios sufría mucho estrés', recuerda, 'había una enorme tensión con el Gobierno norteamericano, una realidad muy dura, de opresión y explotación'. 'La pintura me servía de apoyo', dice.

Hasta que llegó un momento en que descubrió en la pintura una forma diferente de hacer antropología. 'He intentado reflejar en el lienzo los colores, la vida, las gentes. Dejé de escribir libros y la palabra murió para mí a principio de los ochenta'.

La primera vez que sus cuadros se exhibieron públicamente, en 1980, fue en una exposición colectiva en el en el Museo Guggenheim de Nueva York. Un año más tarde consiguió su primera muestra individual, en Texas, y casi estuvo a punto de claudicar porque no tenía dinero ni para trasladar los cuadros desde Nueva York. Diez años después, sus obras llegaban a venderse hasta por 120.000 euros. Entre los coleccionistas de sus cuadros, de los que se han vendido más de 2.000, se encuentran desde el Sultán de Brunei a magnates griegos.

Pero iniste en que siempre ha estado 'al lado de las minorías', lejos de los circuitos artísticos comerciales, del imperialismo americano. Y sin dejar la antropología. 'Lo que me gustaba era llegar a un sitio totalmente desconocido para mí, un pueblo pesquero de Japón, una plantación de arroz en un extremo de China o entrar en Hong Kong sin conocer a nadie y a los dos años tener más de 100 coleccionistas'.

'Me iba a vivir a comunidades remotas para conocer a sus gentes y plasmarlo en el lienzo, pero a pesar de que me escondía siempre me acababan encontrando', recuerda, 'y acababa exponiendo en Tokio, Singapur, Australia o Suiza'. 'La obra era conocida y se vendía bien', advierte como extrañado.

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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