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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El liberalismo totalitario

Joaquín Estefanía

Ulrich Beck es un buen sociólogo alemán que conoce las excelencias de colocar bien sus mensajes en los medios de comunicación. En este sentido es un sociólogo mediático. Participante al principio en la corriente de la tercera vía junto al británico Anthony Giddens, lo hizo con las suficientes prevenciones como para que ahora, que el concepto ha pasado de moda, el asunto ni le roce. Puso en circulación el de sociedad del riesgo -que desarrolla en este texto- en una coyuntura en la que muchos ciudadanos se manifestaban perplejos por la deslocalización de catástrofes que les afectaban (por ejemplo, la enfermedad de las vacas locas), sin comerlo ni beberlo y a muchísimos kilómetros del epicentro del problema. Y ahora publica un libro de conversaciones con Johannes Wills cuyo provocativo título despierta en sí mismo las ganas de devorarlo.

LIBERTAD O CAPITALISMO

Ulrich Beck. Traducción de Bernardo Moreno Carrillo Paidós. Barcelona, 2002 220 páginas. 12 euros

Al titular el libro Libertad o capitalismo, Beck invierte de modo histórico -e irónico- la más famosa consigna conservadora de la guerra fría, que decía 'libertad o socialismo'. Con ello expresa la mutación que se está produciendo en el mundo en la era de la globalización: la contradicción que se da en el extremo entre una cultura política de la libertad y la completa capitalización de la sociedad mundial.

Según el sociólogo alemán hay que distinguir entre tres conceptos que se manejan indistintamente y que inducen a la confusión: los de globalización, globalismo y glocalización. La globalización es el fenómeno que ocurre y trata de categorías no sólo económicas, sino políticas, culturales y sociales; la globalización es cosmopolitismo. El globalismo es la ideología de la globalización, que actúa como una apisonadora de vapor. Según esta ideología, todos los problemas pueden resolverse en el mercado global; es la dictadura neoliberal del mercado mundial que, sobre todo en el Tercer Mundo, liquida los ya casi inexistentes fundamentos del autodesarrollo democrático. Y como tal, es uno de los mayores peligros de la cultura democrática. La glocalización (Robertson) es la visión dialéctica de la globalización, que hace hincapié en un sentido nuevo del lugar; no se puede entender la globalización sin el concepto de lo local. Se pasa del Estado nación a un nuevo reparto hacia dentro (la sociedad), hacia abajo (hacia lo local) y hacia afuera (hacia las nuevas redes de decisión y puntos nodales de los escenarios políticos transnacionales).

En este escenario ideológico de la globalización, que es contra el que hay que rebelarse, no se pasa del Estado nación a un Estado mundial, sino que hay una traslación entre el Estado y el mercado, lo que produce un vacío de poder, pues lo que el Estado pierde en dicho poder no crece en cuanto poder interestatal. A esta pérdida no le corresponde ninguna ganancia; es sólo una pérdida. La política se desmonta, se funde, se derrite. En esta coyuntura, la siguiente recesión, la próxima crisis política, el ulterior colapso se generará a nivel mundial y para entonces no habrá ninguna autoridad que haga de moderadora o amortiguadora. No habrá ninguna autoridad política que esté suficientemente preparada o legitimada, o en condiciones de sacar de la crisis a la economía mundial y de impedir lo peor.

Ejemplo de ello han sido las sucesivas crisis financieras que está padeciendo el mundo desde principios de los años noventa, cada una de las cuales tiene efectos más nocivos que la anterior. Aquí Beck acuña otro excelente eslogan, el de 'Chernóbil económico', para describir la dimensión esencial de la sociedad de riesgo global que suponen unas corrientes financieras incontrolables, con capacidad de destruir países enteros. Dice Beck que no deja de ser una amarga ironía que en el momento histórico en que se anuncia el fin de las ideologías, emerja una nueva, el liberalismo totalitario, que está intoxicando el pensamiento y el quehacer políticos. El liberalismo totalitario sería una variante perversa del marxismo leninismo que, a diferencia de éste, no se apoya en Marx, sino en Adam Smith.

Esta sociedad de riesgo global, en la que subyace un individualismo institucionalizado, se apoya en una nueva organización en la que el trabajo asalariado se va difuminando. A la misma la llama el sociólogo alemán 'segunda modernidad'. Conforme la segunda modernidad sustituye a la 'primera modernidad' (presencia del Estado nación, grandes grupos y colectivos, diferenciación nítida entre sociedad y naturaleza, sociedades asalariadas capitalistas empeñadas en conseguir el pleno empleo, etcétera), caben hacerse diferentes preguntas, todas en la misma dirección: ¿dónde está el lugar en el que los individuos, que se atomizan y fragmentan cada vez más, pueden experimentar algo parecido a una sociedad?, ¿dónde encontrar una relación que permita a los individuos ser sociales e interiorizar los valores sociales?, ¿cómo hilvanar a estos individuos que se deshilachan y se individualizan, valga la redundancia, en una relación de control social?, ¿cómo ofrecerles actividades y funciones que luego reviertan de manera natural en la sociedad?

Beck entiende que, pese a todos estos problemas, el escenario que se abre no es un escenario del horror. La idea fuerza que en el libro se asienta es la de que el ciudadano debe encontrar los anclajes que eviten la sensación de miedo a que se venga todo abajo en cualquier momento, dada la naturaleza radical de las transformaciones.

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