Corea y nucleares
Estados Unidos acaba de caer en la cuenta de que Corea del Norte posee armas nucleares (un aplauso a su sagaz servicio de espionaje) y de inmediato ha solicitado el envío de inspectores de armamento de la ONU al país asiático.
Resulta curioso este empeño de la potencia hegemónica en frenar la proliferación nuclear... fuera de sus fronteras. Quizá sea por temor a perder esa hegemonía que mantiene en todo el mundo, no por su liderazgo moral, cultural, económico o simplemente político, sino precisamente por poseer el Ejército más potente de todos (o sea, lo de siempre a lo largo de la historia).
Estados Unidos amenaza con imponer sanciones a Corea del Norte, opción que ya ha ejercido anteriormente con otros países como Irak, India o Pakistán, pero que se ha mostrado menos dispuesto a aplicar a naciones aliadas como Israel o Suráfrica, que también cuentan con algunas armas atómicas. Cabría preguntarse si en la actitud de Washington no pesan también ciertos argumentos racistas: El armamento nuclear puede estar a disposición de naciones civilizadas y blancas, que las usarán con criterio y prudencia, pero no se puede dejar esta tecnología en manos de bárbaros amarillos o moros. Éste debe de ser sin duda el razonamiento básico del Ejecutivo estadounidense, una idea que además cala profundamente en la mentalidad de muchas personas. Sin embargo, no deberíamos olvidar que, hasta la fecha, el único país que ha utilizado armas atómicas sobre ciudades habitadas ha sido precisamente la civilizada y democrática unión americana, el mismo país que derrocha cada año una ingente cantidad de dólares en armas e investigación militar.
El armamento nuclear es la peste de la civilización moderna, pero, si un país posee este tipo de armas, entonces todos tienen derecho a tenerlas, y ninguna nación que las posea puede exigir a las demás que se mantengan desarmadas.
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