¿Dónde está la trampa?
En respuesta a un artículo anterior de Ramón Jáuregui, sostiene el autor que la propuesta de Ibarretxe está en sintonía con el debate sobre el futuro de Europa.
Una propuesta tramposa, titulaba Ramón Jáuregui su artículo publicado en este diario el 1 de octubre refiriéndose a la propuesta del lehendakari Ibarretxe. Conozco y aprecio a Jáuregui por haber compartido con él tantos años y tantos avatares en la lucha por la democracia y leí el texto con mucho interés. ¿Dónde está la trampa y dónde los tramposos?, me preguntaba. Tras reflexionar con serenidad -como pedía él- y darle muchas vueltas, decidí responderle al hilo de una frase que aparece recogida en la última parte de su artículo y que comparto plenamente; dice que la batalla política que hay en Euskadi 'no se resuelve ni en los tribunales, ni con los decretos, ni mucho menos en Madrid'.
Efectivamente, querido Ramón, todos tenemos, tú también, un recorrido y una servidumbre política determinada, pero ello no debe hacer olvidar que mucha gente -desde el propio Pasqual Maragall (socialista-catalanista), pasando por Carlos Garaikoetxea (nacionalista vasco-soberanista), a Miguel Herrero de Miñón (españolista-constitucionalista) y otros que no se atreven a decirlo en público, así como una pléyade de juristas, filósofos, instituciones y entidades nada sospechosas- ha dicho que el proceso constituyente no terminó en Euskadi, que 'la transición fue inacabada', que 'es preciso una segunda transición', que 'la transición no resolvió el problema vasco'... Y todo ello, no lo olvides, en el contexto territorial de la UE, donde estamos y queremos seguir estando desde el respeto recíproco a las normas que el conjunto de los pueblos de Europa tiene y se va dotando, precisamente para construir desde lo que tenemos (¡cómo se alarma tanta gente cuando se habla de construcción nacional y de construcción europea, en claves que no sean las del statu quo!), y avanzar y profundizar hacia el nuevo escenario, eliminando o contribuyendo a reducir los déficits democráticos que en cada caso como ciudadanos y/o como instituciones podamos apreciar.
Y conviene quizás leer la introducción que Ernest Lluch y Miguel Herrero de Miñón realizaron al libro Derechos Históricos y Constitucionalismo útil, editado por la Fundación BBVA (retirado de la circulación tras una primera edición de muy corta tirada), en la que afirman cosas como éstas: '¿Puede negarse que tal problema exista? ¿No es preciso una vez iniciado, mediante la tregua, un proceso de paz en Euskadi, ahondar en las cuestiones políticas de fondo para buscarles una definitiva solución?'(...) 'Más allá de la violencia hay un tema político pendiente. Si aquella ha impedido hasta ahora abordarlo, mientras éste no se resuelva, no se desactivará definitivamente aquélla. Lo decía Pí y Margall ante la euforia antiforalista del canovismo: Quedarán las brasas'. (Y yo afirmo, de aquellas brasas tenemos estos fuegos').
Para un soberanista convencido como yo, y que profeso un total respeto a la pluralidad de pensamiento en nuestro país, releer estas cosas me hace preguntarme: ¿dónde está la trampa?, ¿dónde los tramposos?: ¿en el pensamiento del vilmente asesinado Ernest Lluch, en el de Maragall, Daniel Arranz, José Luis Uriz, Odón Elorza o Gemma Zabaleta? ; ¿en los socialistas navarros que participaron en todo el proceso de configuración de la Asamblea de Parlamentarios Vascos para avanzar en claves de reconocimiento de derechos?, ¿o en la evolución mediatizada por una derecha rancia y centralista en la que, efectivamente, también hay demócratas?
En este contexto es conveniente recordarte, Ramón, que el 3 de octubre de 1995, con motivo de tu viaje a Quebec expresaste tu 'admiración por la madurez, la serenidad y el carácter pacífico con que la provincia canadiense afronta la consulta sobre su futuro'. La valoración que entonces le merecía a determinados medios tu posición, queda reflejada en El Diario Vasco de 5 de octubre de 1995 que titulaba: 'Jáuregui admite que respetaría una vía pacífica hacia la autodeterminación. El consejero se entrevista en Quebec con autoridades del movimientos secesionista'.
Entonces, ¿dónde está la trampa de la propuesta del lehendakari y del Gobierno vasco? Se ha dicho muchas veces que todos somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios, y si de verdad Ramón Jáuregui y su partido se olvidan cada equis tiempo de lo que vienen afirmando, los ciudadanos de este país percibirán que su credibilidad queda en entredicho. Y desconcierta que en el clima asfixiante en el que algunos están viviendo un calvario -con escolta permanente, con dificultades para conformar sus listas para las próximas eleccione- y que, en parte, es propiciado por una decisión que pasará factura como es la de privar a una opción política de sus posibilidades de representación en lugar de ofrecer soluciones, se diga por boca de Rodríguez Zapatero que 'las puertas que hoy se cierran en relación con el Gobierno e instituciones vascas se abrirán cuando los socialistas gobiernen'.
Pero es que el planteamiento que realizas, Ramón, también se da de bruces con el debate existente en la Unión Europea con motivo de las discusiones sobre el futuro de Europa en el marco de la Convención Europea prevista para el 2004. En algún momento se debe abordar el estatus de naciones sin Estado, regiones, comunidades autónomas, federaciones, etc., asociadas a la Unión, y las garantías jurisdiccionales frente a la entrada en vigor de una norma comunitaria. En definitiva, estamos hablando de co-soberanía de la Europa de los Pueblos.
Hay resistencias a este debate, sobre todo pero no únicamente, desde el ámbito conservador, del que solamente, y ante la presión de las comunidades con competencias legislativas pudiera proponerse una institución denominada el Congreso de los pueblos de Europa, eso sí, sin poder legislativo y que sería consultado sobre la evolución de las competencias de la Unión y sobre las eventuales ampliaciones futuras. Un Comité de las Regiones bis. ¿Qué harán los socialistas? Se sumarán a los jacobinistas o a los defensores de conceptos federalizantes y asimétricos? Me vuelvo a preguntar: ¿Dónde está la trampa y dónde los tramposos?
Este debate se produce en las nacionalidades históricas, con fuerzas de intachable trayectoria democrática. Se habla reiteradamente de la Declaración de Barcelona, firmada por PNV, CiU y BNG, pero existe además el Acuerdo de Iruña suscrito por EA y ERC (13 de enero del 2000), a mi juicio complementario y más claro y contundente que el anterior, en el que se afirma: 'Después de más de 20 años de transición democrática inconclusa, y con frecuencia retrógrada en lo tocante al reconocimiento de nuestras realidades nacionales, es hora de plantear compromisos muy concretos encaminados a impulsar un avance fundamental en tal reconocimiento, o, si se prefiere llamarle así, una segunda transición que asuma sin reservas el principio democrático de la libre determinación de las naciones... con base en las resoluciones de los Parlamentos Catalán y Vasco sobre el derecho de autodeterminación adoptadas en 1989 y 1990'. (..) 'El compromiso de respetar la voluntad democráticamente expresada por los ciudadanos/as de cada nación puede equilibrar un proceso negociador con el Estado (...) por vías exclusivamente pacíficas'.
Querido Ramón, frente a la manipulación y la propaganda de otros -que en ocasiones habéis denunciado, aunque con la boca pequeña- te invito a reflexionar pública e institucionalmente sobre estas cuestiones, y a no contribuir a la satanización de proyectos legítimos. Hay un largo camino a recorrer con los socialistas vascos, con los socialistas navarros, con los socialistas españoles y con todos los socialistas y socialdemócratas europeos. En ese camino, afortunadamente, no estamos solos, y éste que te escribe quiere contar con vosotros desde el recíproco respeto y reconocimiento de lo que cada uno es y representa.
lkartasuna.
Juan José Martínez Leunda es abogado y miembro de Eusko A
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