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Fallece la directora de la Galería Metta, Carmen Gamarra

Ayer murió la galerista madrileña nacida en Bilbao Carmen Gamarra, víctima de una grave dolencia irreversible que ocultó hasta el final a sus amigos más allegados. No hace ni un par de semanas había inaugurado un nuevo local en Madrid para la Galería Metta, de cuya dirección se había ocupado desde su creación en 1997, hace, pues, cinco años. Con motivo de esta celebración y del nuevo local, Carmen Gamarra presentó una exposición colectiva con el título de Copyright Metta, donde no sólo exhibía la obra de los artistas de su galería, entre los que se encuentran algunos de los mejores creadores vivos de nuestro país -Eduardo Arroyo, Andreu Alfaro, Darío Villalva, A. Rafols Casamada, Eduardo Úrculo, Nacho Criado, Adolfo Barnatán, Antón Lamazares, Luis Canelo, M. P. Herrero, Luis Lleó, Antonio Murado, D. Álvarez Basso, etc.-, sino que hacía memoria de la asombrosa trayectoria de las exposiciones en estos cinco años, en las que, junto a los artistas citados, también estuvieron grandes figuras internacionales con exposiciones individuales, como Anthony Caro, Larry Poons, K. Noland, E. Ruscha, J. Olitsky, G. Aillaud, Kiki Smith, Corneille, Dennis Hopper, etc.

Pero si estos cinco años aportaron esta notable relación artística, que convirtió a la Galería Metta en una de las más sobresalientes de nuestro país, no se puede olvidar toda la labor anterior de Carmen Gamarra, cuando, desde comienzos de los años ochenta, junto a Isabel Garrigues, gestionó como copropietaria tanto de la galería Alençon como la después llamada Gamarra y Garrigues, con las que protagonizaron el resurgir del comercio del arte contemporáneo de nuestro país durante la actual etapa democrática. Durante estos ya 20 años de actividad, hubo luz y sombra en la trayectoria como galerista de Carmen Gamarra, que conociò el éxito y también la crisis, no puediendo superar el hundimiento del mercado a comienzos de los años noventa, que coincidió con el esfuerzo de inversión del traslado de su galería a la entonces prometedora zona de Atocha, a la sombra del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. A pesar de las dificulatades sufridas y, sobre todo, del deprimente trance de ver cómo la galería con la que había soñado se iba irremisiblemente a pique, Carmen Gamarra tuvo el temple de no hundirse personalmente y continuar en la brega, dando siempre la impresión de que la adversidad no le hacía mella, aunque obviamente la estaba socavando por dentro. Quizás ésta haya sido la mejor prueba de su grandeza: mantenerse firme, eludiendo la compasión ajena y el transmitir agobio a sus amigos, mientras se reservaba sólo para sí la sombra. La muerte finalmente ha hecho su trabajo, pero no ha podido terminar con nuestra fe en ella.

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