Una uva recia y potente

Uno de los exponentes más claros de la imparable renovación vitivinícola española es la recuperación de variedades denostadas, cuya utilización granelista ha creado una imagen peyorativa de insoportable vulgaridad. Así, la garnacha tintorera, uva de tan prodigioso color que tinta hasta la pulpa, y con la que se han estado elaborando los vinos más densamente coloreados, como aquellos populares riberos tintos de antaño. Tenida como buena sólo para mezclas, mal pagada y peor tratada, esta uva ha demostrado que puede ser la base de excelentes tintos, sola o en compañía de otras, joven o con crianza. Y lo ha hecho una cooperativa de Albacete, primero con su Higueruela, un vino de macera-ción carbónica, y ahora con este Tintorera 2000, un crianza que comparte el 20% con la syrah.

Se trata, ante todo, de un tinto recio, sin más pretensiones que las de mostrar, con limpieza y nobleza, la potencia aromática de la uva, sus densos recuerdos frutosos, sorprendentemente enriquecidos por notas minerales, con el austero acompañamiento de la madera. Sabrosamente carnoso, convencen sus taninos cargados de razón enológica y el brillante final que marca su adecuada acidez.