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LA CRÓNICA
Columna
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Las fiestas de Eina

A la hora de montar una fiesta, los de la escuela Eina parten con una ventaja evidente. El antiguo palacio de los marqueses de Sentmenat, situado en la parte alta de la ciudad -allí donde las casas de pisos de Sarrià ceden el paso a la cicatriz del cinturón de ronda y a mansiones rodeadas de jardines-, es el marco ideal para organizar uno de esos fastos que revisten a Barcelona de un encantador aire italiano. Los jardines románticos de la finca, con lago incluido, permiten soñar sin complejos en esos paraísos que algunos privilegiados disfrutan en la Toscana. Si le sumamos al ambiente palaciego el prestigio que otorga la escuela, uno de los principales centros de cocción del famoso diseño barcelonés, estaremos de acuerdo en que la fiesta lo tiene todo para ser un éxito.

Rosa M. Esteva es capaz de volver a la vida las viejas y míticas recetas del 'Llibre de Sent Soví' después de afinarlas y concretarlas

La de Eina es una historia enraizada en el prestigioso FAD (Fomento de las Artes Decorativas) y con nombres de peso en su trayectoria como Oriol Bohigas, Alexandre Cirici, América Sánchez, Albert Ràfols Casamada, Maria Girona, Romà Gubern, Francesc Todó y un largo etcétera. Fue en 1959 cuando, bajo la dirección del crítico e historiador Alexandre Cirici, el FAD inauguró una escuela experimental para la enseñanza del diseño gráfico, industrial y de interior. Dos años después, sin embargo, las dificultades financieras del FAD hicieron que se constituyera la escuela Elisava, con el apoyo del CICF (Centro de Influencia Católica Femenina). En 1966, un cisma en el seno de Elisava provocó que buena parte del equipo dirigente fundara la escuela de diseño Eina, la que aquí nos ocupa. Se instalaron en una torre con encanto, aunque de dimensiones reducidas, del pie del funicular y los italianos del Gruppo 63, con los teóricos Umberto Eco y Gillo Dorfles a la cabeza, les dieron el espaldarazo en febrero de 1967. A partir de entonces, palabras como estructuralismo y semiótica se incorporaron al mundo del diseño barcelonés, ya tocado por el espíritu de la Bauhaus. Hace tan sólo unos años, el traslado de Eina al palacio de los marqueses de Sentmenat supuso la culminación de un sueño noucentista y el milagro de la multiplicación del espacio y de las posibilidades de la escuela.

En Eina da la impresión de que nunca están quietos. Hace unos días se celebró en su palacio la cena de clausura de unas interesantes jornadas tituladas Ets el que menges, que trataban de la interacción de las artes y la gastronomía. La fiesta empezó con un toque artístico-musical, consistente en un concierto de guitarra del japonés Sadahiro Otani, que ejecutó una serie, compuesta por Christiaan de Jong, inspirada en la comida, aunque no es algo que pudiera deducirse escuchando los sonidos minimalistas de la guitarra. Otani continuó con una composición de Mateu Malondra de título también vagamente gastrónomico: Faisandage.

El momento estelar de la velada llegó cuando Rosa M. Esteva, creadora del Grupo Tragaluz, ilustró al selecto público sobre la elaboración de un plato medieval hecho a partir del Llibre de Sent Soví, esa joya del año 1324 considerada el primer tratado de cocina catalán. Si hace unas semanas la advocación de Sent Soví servía para otorgar en Sant Sadurní d'Anoia un célebre premio literario-gastronómico, en la fiesta de Eina sirvió para llevar a la práctica, de la mano diligente de Rosa M. Esteva, uno de sus míticos platos, las 'panades de hocels', que es nada más y nada menos que una 'guatlla cuita dins d'una ceba, amb salsa de gingebre, puré de porros, albergínies amb formatge de cabra i puré de xirivies amb llet d'ametlles'. Es decir, cosa fina y con un inequívoco sabor medieval.

Para situarnos, el Llibre de Sent Soví, de autor desconocido, es un recetario de la cocina medieval catalana en el que ya aparecen nuestros famosos sofregits y picades. Fue precisamente el tío de Rosa M. Esteva, Rudolph Grewe, quien lo editó para Editorial Barcino en 1979. 'Mi tío era un catedrático de Filosofía Matemática muy aficionado a la cocina', cuenta Rosa M. Esteva. 'Investigaba todo el día y, entre otras cosas, investigó el origen de la cocina catalana, que consideraba muy interesante, ya que Cataluña, como tierra de paso, tenía cosas de la cocina árabe y de la francesa e italiana'.

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Rosa M. Esteva probó con su tío, fallecido hace pocos años, a hacer algunos platos del libro para ver cómo eran. 'Teníamos que irlos afinando, ya que en algunos casos las recetas son poco concretas', señala Esteva. Se dice, por ejemplo, 'echar un puñado de especies' y tienes que descubrir en qué consiste 'un puñado'. Para la fiesta del otro día en Eina, Esteva se atrevió a hacer esa 'panada de hocels' que, al meter la codorniz dentro de una cebolla, hace que quede más suave y sabrosa. El libro lo establece bien claro: hay que coger la cebolla más grande que se encuentre, cortarla por la mitad e introducir en su interior una codorniz. Se hace al caliu una vez condimentada y, tal como demostró Rosa M. Esteva, después viene una gloria que, además de claras referencias medievales, tiene una realidad muy de ahora mismo, sobre todo si se saborea en los jardines del palacio de Eina.

Lo dicho, cualquier excusa es buena para montar una fiesta en los jardines románticos de Eina. El acto, sea lo que sea lo que se celebre, acaba adquiriendo un agradable toque noucentista que conecta con tiempos pretéritos e incluso se diría que el espíritu de los marqueses de Sentmenat, los antiguos propietarios del palacio, se revuelve en la tumba mientras suspira por volver al mundo real, a ese mundo en el que Rosa M. Esteva es capaz de volver a la vida las viejas y míticas recetas del Llibre de Sent Soví.

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