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¿Puede empeorar la economía de EE UU?

Joseph E. Stiglitz

Mientras Estados Unidos debate si invadir o no Irak, el temor de que la recuperación económica del país se estanque está entrando poco a poco en la discusión; y con ello crece también la preocupación por la salud de la economía mundial. Se está llegando al consenso de que el desfase entre el potencial de crecimiento de la economía estadounidense y sus resultados reales seguirá siendo importante durante un tiempo. ¿Puede empeorar la situación? Sí, puede, y mucho.

Hay una serie de factores preocupantes en la economía estadounidense que nos acompañan desde hace tiempo. Son los siguiente:

Los enormes déficit comerciales persisten desde que los erróneos recortes fiscales llevados a cabo por Ronald Reagan en 1981 hicieron que Estados Unidos pasara de ser el mayor acreedor del mundo al mayor deudor. Hoy en día, esos déficit alcanzan mes a mes nuevos récords.

La impresionantemente baja tasa de ahorro estadounidense. Cuando la riqueza del país parecía crecer año tras año y el mercado de valores estaba en auge, esto era comprensible. Los estadounidenses se hacían más ricos sin necesidad de ahorrar, así que, ¿por qué molestarse? Hoy, la tasa de ahorro, a pesar de haber aumentado un poco, sigue situando a Estados Unidos en la parte inferior de la tabla de ahorros del mundo.

Malos criterios contables. Los escándalos de Arthur Andersen, Enron y WorldCom no han surgido de la nada, sino que se originaron a mediados de los noventa, cuando el Tesoro estadounidense intervino para frenar los intentos de mejorar la situación por parte de la supuestamente independiente junta de normas contables. La mala contabilidad contribuyó a la reciente burbuja de la Bolsa; la mala información condujo a precios bursátiles que no reflejaban las realidades subyacentes; y esto a su vez incentivó la excesiva inversión en telecomunicaciones que causó el exceso de capacidad actual.

A este antiguo brebaje se le han añadido nuevos ingredientes, principalmente el cambio más rápido en la postura fiscal de una nación que el mundo probablemente haya visto jamás. Como por arte de magia, el superávit presupuestario de 3 billones de dólares (no derivado de la seguridad social) que Estados Unidos acumuló a lo largo de diez años se había convertido -en cuestión de meses- en un déficit creciente de 2 billones de dólares. Por supuesto, hay excusas: no se había previsto la magnitud de la depresión económica y no se podía predecir el aumento de gastos para luchar contra el terrorismo. Excusas y más excusas. Como dice el refrán: no cuentes los pollos antes de que nazcan. ¡El Gobierno de Bush no sólo contó sus pollos, sino que los vendió por adelantado!

Para cualquiera con un poco de vista, estaba claro que las optimistas proyecciones presupuestarias presentadas hace dos años eran absurdas. También estaba claro el hecho de que, al promover sus recortes fiscales, el Gobierno de Bush estaba realizando (a escala multi-milmillonaria) una contabilidad fraudulenta, similar a la de Enron.

Así que, si las cosas van mal ahora, ¿cómo podrían empeorar? He aquí una posibilidad: para financiar su déficit comercial, Estados Unidos debe pedir prestado en el exterior más de mil millones de dólares diarios. Cuando Estados Unidos era el único paraíso seguro para los inversores mundiales, esto era fácil. Pero ahora parece menos seguro. La combinación de falta de confianza en la contabilidad de las empresas estadounidenses, falta de confianza en la gestión de la política económica estadounidense (sumada a los crecientes déficit), y los débiles cimientos económicos subyacentes en el país, ha hecho mella en la reputación mundial de la economía de EE UU.

Cuando los extranjeros comiencen a sacar su dinero de un país del que sospechan, el dólar se debilitará. A medida que se vaya debilitando el dólar, Estados Unidos parecerá todavía menos seguro. Y de esa forma todos se apresurarán a salir. Aunque un dólar débil puede ser bueno para las exportaciones, un dólar en descenso irá acompañado de pérdidas en el mercado de valores y mayores descensos de confianza. Finalmente, hasta el todopoderoso consumidor estadounidense se verá sacudido y verá que es más pobre hoy que hace tres años y que sería mejor que empezase a poner su dinero a buen recaudo, especialmente dados los arriesgados experimentos con el sistema de seguridad social propuestos por Bush.

Llegado ese momento, los estadounidenses se unirán a la estampida para salir de su economía. ¿Por qué no iban a hacerlo? Pueden elegir dónde poner su dinero. Las bolsas europeas empezarán a parecer una alternativa más atrayente.

Pero este supuesto no ofrece un final feliz para Europa. El debilitamiento de la economía estadounidense y el fortalecimiento del euro dificultarán las exportaciones europeas. El Banco Central Europeo, centrado en la inflación, será lento a la hora de bajar los tipos de interés, y el Pacto de Estabilidad europeo hará imposible que la política fiscal compense estas debilidades. Europa se unirá a Estados Unidos en la recesión, reforzando el descenso de este último y poniendo en movimiento una espiral descendente mundial.

No estoy prediciendo que esto vaya a pasar. Espero que el Gobierno de Bush ponga en marcha políticas que fortalezcan la economía estadounidense: el recorte de impuestos que podría haber tenido un mínimo sentido cuando parecía que Estados Unidos tenía un excedente de billones de dólares ya no tiene sentido en absoluto. El Gobierno de Bush debería admitirlo, y establecer un programa fiscal para fortalecer la economía y hacer que el país viva dentro de sus medios. El presidente Bush podría incluso estabilizar la economía, ofreciendo mejores prestaciones por desempleo para proporcionar el estímulo necesario si la tendencia descendente continúa.

Estados Unidos es fuerte, y la economía mundial es fuerte. Si ocurriesen los desastrosos acontecimientos contemplados, una nueva economía planetaria surgiría finalmente de las cenizas.

Naturalmente, las depresiones nunca pueden predecirse. Sin embargo, podemos disminuir su frecuencia; hacerlas menos profundas; hacer que afecten a menos personas y que aquellos que se ven afectados estén mejor protegidos. Lamentablemente, estamos haciendo menos de lo posible para evitar que las cosas empeoren, y haciendo menos de lo necesario para protegernos de las consecuencias.

Joseph E. Stiglitz es catedrático de Economía y Finanzas de la Universidad de Columbia, ganador del premio Nobel de Economía en 2001, y autor de La globalización y sus miserias, publicado por Taurus Ediciones. © Proyect Syndicate, 2002

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