Un país indomable

Visitar las ruinas del palacio de la reina de Saba en Maarib siempre ha requerido escolta armada. Las indomables tribus yemeníes llegaron a convertir en rutina a finales del siglo XX el secuestro de extranjeros para forzar al Gobierno a atender sus demandas. Esas mismas tribus se interponen ahora en la lucha global contra el terrorismo de Estados Unidos.

La tierra de los progenitores de Bin Laden no esconde sus simpatías por el fugitivo saudí. Los yemeníes estuvieron entre los primeros en responder a su llamada para luchar en Afganistán contra los soviéticos. Hay un centenar de yemeníes detenidos por vínculos con Al Qaeda, entre ellos el cerebro del 11-S, Ramzi Binalshibh. Es un secreto a voces que la gente de Al Qaeda disfruta de su hospitalidad.

Tribus que escapan al control del Estado, pactos de honor y silencio, pobres comunicaciones en una orografía endemoniada... Muchos elementos recuerdan al paisaje político afgano. Sin embargo, el Gobierno de Saná, tras respaldar a Irak en la guerra del Golfo (1991), optó por acercarse a EE UU.

El atentado al Cole (2000) abrió los ojos a EE UU sobre la bomba de relojería yemení a pesar del giro hacia la moderación de Saleh. Sus esperanzas de cooperación se vieron frustradas y Washington suspendió su asistencia militar. Un año después, Saná se hizo eco de las advertencias estadounidenses tras el 11-S y la cooperación se ha reanudado, pero EE UU sabe que Yemen es su banco de pruebas.