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El guerrillero que puso la corbata a Lula

José Dirceo, líder comunista de los sesenta, es el hombre que ha ayudado a Lula a abrazar su imagen moderada de hoy

Juan Arias

Si Inácio, Lula, da Silva, el líder de la izquierda brasileña (un ex metalúrgico que a pesar de no tener estudios dio vida al Partido de los Trabajadores (PT), una de las formaciones políticas progresistas más fuertes de América Latina) ganase las próximas elecciones presidenciales, tendrá a su lado como mentor y hombre fuerte, como su cerebro político, a un personaje poco conocido pero cuya vida un día podría ser objeto de una película. Se trata de José Dirceo, actual presidente del PT, hombre elegante, elocuente, que sufrió una transformación tan radical que pasó de entrenarse para guerrillero en Cuba, en los años sesenta, a estar considerado como el responsable de la transformación de Lula de los extremismos revolucionarios de sus orígenes a la moderación actual de corte socialdemócrata.

Dirceo tuvo la idea de que Lula escogiera para vicepresidente a un empresario
Salió de la cárcel en 1969 y paso la década de los setenta en la clandestinidad
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La vida rocambolesca de este hombre podrá ser tan importante si Lula ganase las elecciones que ya existe toda una lista de posibles cargos para él, todos ellos de la máxima confianza del presidente. Hoy nadie duda de que Dirceo, de 56 años, ha sido el artífice de que por primera vez hayan ofrecido a Lula su voto no sólo los pobres del país, sino también famosos empresarios, banqueros, gente acomodada de la clase media y, lo más increíble, militares de los tiempos de la dictadura. Y fue Dirceo quien tuvo la idea genial de que Lula escogiera como candidato a vicepresidente al famoso empresario José Alencar, una de las mayores fortunas del país y hombe íntegro que da trabajo a 300.000 personas.

Tan novelesca es la vida del que ha sido y seguirá siendo el cerebro de Lula si el PT conquista el Planalto que sobre ella se ha creado toda una serie de leyendas. Pero bastarían las cosas que de él se conocen para que su vida pudiera ser objeto de un filme. Dirceo fue en Brasil en los años sesenta lo que un Daniel Cohn Bendit fue para el mayo del 68 francés. Fue el ídolo de los universitarios de izquierdas de São Paulo. Era un melenudo rebelde, con pinta de actor, famoso por sus correrías amorosas que más de una vez le salvaron la vida pues eran sus novias quienes lo ocultaban de los militares. Fue un obstinado defensor del amor libre y lo practicaba con ahínco, dicen sus amigos. En el rosario de sus enamoradas figuró hasta una bailarina española llamada Ivone.

En aquellos años, el hoy presidente del PT participaba de la tendencia más radical de izquierdas, llamada Dissidencia, que se había desprendido del Partido Comunista, al que consideraban demasiado 'burgués'. Dissidencia se oponía a la corriente más moderada de Acción Popular, nacida de la izquierda católica, en la que el hoy contrincante de Lula en las elecciones, el candidato oficialista José Serra, participó activamente, lo que le costó 13 años de exilio.

Sin embargo, Dirceo estudió Derecho también en la pontificia Universidad Católica de São Paulo. Y aunque él, según afirma hoy, no era partidario de la guerrilla armada, acabó yéndose a Cuba para entrenarse en ella. Pero ya entonces el que moderaría un día los ímpetus más radicales del PT tenía en el fondo un alma burguesa. Recuerda que los entrenadores de la guerrilla cubana eran excesivamente rígidos y que todo aquel aprendizaje le había costado mucho, al igual que había sido 'horrible' su primera experiencia de preso en Brasil a manos de los militares. Dirceo acabó librándose de la cárcel gracias a que fue canjeado junto con otros políticos por el embajador estadounidense Charles Elbrick, que había sido secuestrado.

Salido de la cárcel en 1969, el joven líder estudiantil desapareció de la circulación durante toda la década de los setenta. Y fue en esos años cuando se crearon toda una serie de leyendas sobre su paradero, desde que se había casado con una condesa rica en Milán hasta que trabajaba como modelo en la swinging Londres de entonces.

La verdad es que el futuro cerebro político de Lula había vuelto de Cuba en 1971 tras su adiestramiento en la guerrilla, pero se volvió enseguida pues no le convencía la lucha armada que se estaba fraguando. En 1975, cansado del exilio cubano, decidió volver a Brasil y esconderse en una pequeña ciudad del interior de Paraná, en Cruzeiro do Oeste. Para ello tomó la identidad falsa del empresario Carlos Henrique Gouveia de Mela, paulista de origen judío, tras realizar en Cuba toda una serie de plásticas faciales para parecerse a su nuevo personaje. Allí se casó con una mujer que tenía una tienda de tejidos, y sólo después de cuatro años de matrimonio y cuando su hijo tenía un año reveló a su esposa su verdadera identidad. Llegada la amnistía, tanto él como su hijo, que hoy se presenta en las elecciones como candidato a diputado del PT, tuvieron que cambiar todos sus nombres.

De los 28 brasileños con quienes Dirceo convivió en La Habana entrenándose como guerrilleros, 17 murieron a manos de los militares brasileños. Si él no se hubiera salvado, Lula no tendría hoy las posibilidades que tiene de que un ex obrero llegue a la jefatura de este gran país, con un territorio mayor que el de EE UU.

Dirceo tiene fama de ser dentro del Partido de los Trabajadores, donde conquistó a pulso la presidencia, un político fuerte, gran organizador, centralista, que sabe muy bien lo que quiere y que había intuido que el PT no tenía futuro si, como le ocurrió al viejo Partido Socialista de Felipe González, no se inclinaba al centro, no se despojaba de los ropajes arcaicos de un marxismo fuera de hora en un país en pleno desarrollo económico y si no acaba haciendo alianzas políticas con otros partidos conservadores. Justo todo lo que hoy los aún minoritarios extremistas del PT le echan en cara a Lula.

Arriba, José Dirceo (izquierda) charla con Lula. Abajo, en una imagen de los años sesenta durante una protesta política. PLANAO MEDIO - ESCENA
Arriba, José Dirceo (izquierda) charla con Lula. Abajo, en una imagen de los años sesenta durante una protesta política. PLANAO MEDIO - ESCENAREUTERS

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