'La romana', de Alberto Moravia
EL PAÍS publica mañana una de las grandes crónicas literarias del final del fascismo
Moravia es un representante idóneo de lo que se suele llamar 'escritor comprometido'. Su compromiso es, inicialmente, contra el fascismo establecido y contra una pusilánime burguesía italiana que lo aceptó y se adaptó al 'orden nuevo' con una sorprendente facilidad. Con un estilo influido por el realismo francés, una atracción por la investigación psicológica y una inteligente utilización de la ironía, Moravia ha sido uno de los más demoledores y personales cronistas literarios de un tiempo y un país en el que un sistema político dictatorial propiciaba las visiones y los análisis más colectivos que su irrenunciable individualismo. Años más tarde, gracias probablemente a esa concepción en la que el individuo era el protagonista de sus obras, pudo continuar su actitud crítica hacia un sistema en el que la democracia y el libre mercado habían sustituido al modelo fascista sin por ello acrecentar la escasa conciencia moral de su burguesía. Censurado por el totalitarismo mussoliniano, en 1952 todas sus obras publicadas hasta entonces fueron incluidas por la jerarquía eclesiástica en el Índice de libros prohibidos, incluida La romana (publicada en 1947 y que mañana podrá adquirir el lector de EL PAÍS por tres euros). En ella narra la historia de una prostituta que desde la aceptación de su duro desti-no describe implacablemente los últimos años del tan mencionado fascismo. Moravia alcanzó un enorme éxito popular a partir de los años sesenta, al que, sin duda, coadyuvaron las diferentes adaptaciones cinematográficas de algunas de sus novelas.
Compromiso
Alberto Moravia (Roma, 1907-1990) fue elegido diputado europeo por la lista del Partido Comunista Italiano en 1984. En Estrasburgo, el escritor denunció la proliferación de armas nucleares, pero pronto se sintió hastiado ante las mezquindades de la política cotidiana. 'No existe ningún partido que me convenza', explicó en una entrevista, 'el mismo PCI sabe muy bien que en algunos aspectos no pienso como ellos'. Sin embargo, Alberto Moravia ostenta el incómodo honor de haber visto cómo sus libros eran prohibidos por la dictadura fascista, perseguidos por la curia vaticana después de la Segunda Guerra Mundial y secuestrados en democracia por un fiscal conservador del norte de Italia a principios de los años ochenta. Preguntado por su papel de intelectual comprometido, Moravia declaró que 'se hace política siempre, aun cuando no se quiera hacerla. Yo diría que sobre todo cuando no se quiere hacerla, porque el no hacer política, el no querer hacer nada, favorece a las instituciones establecidas. El no-compromiso no existe'.
Babelia
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