_
_
_
_
CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aterriza como puedas, pues

El viernes, el discurso del lehendakari me puso de muy mal humor. Me desazonó escucharle, anunciándonos lo que se propone hacer en el próximo año para desembarazarse definitivamente del pacto político para la convivencia expresado en el Estatuto de Gernika. Y me llenó de indignación cuando, con formas atrabiliarias, nos exigió que aceptáramos 'con toda naturalidad' convertirnos en los portorriqueños de España.

Es verdad que lo tenía difícil para convencernos por las buenas. Quizá por ello empleó una frase que cantaba a mentira de tanto rebuscamiento: 'Planteamos al Estado español (...) una nueva etapa de relación (...) sobre la base de un nuevo status de libre asociación'. Pero lo más irritante fue su argumentación: que vivimos en la crispación social provocada por quienes no quieren admitir que los electores del 13 de Mayo le dimos puerta al Estado de las Autonomías y le apoderamos a él para que nos conduzca a la condición de Estado libre asociado.

Los vascos y las vascas apreciarán alguna otra sutil diferencia en el futuro

El lehendakari proclama en el Parlamento la voluntad de independencia nacional, ahora rebautizada como 'libre asociación-libre disociación', que tantos miembros de su partido repetían acodados a la barra del bar del batzoki. Podríamos admitir que no hay novedad alguna y que se ha superado la tradicional ambigüedad de los mensajes nacionalistas.

Lo que deteriora definitivamente el discurso es el ejercicio de cinismo que supone el endosar esa propuesta de aventura portorriqueña a la 'voluntad democrática de la sociedad vasca'. Porque esta vez no ha sido el presidente de su partido quien ha hablado, sino el presidente de mi comunidad autónoma. El representante de toda la ciudadanía vasca -de quienes le votaron y de quienes no le votamos- se comprometió con el electorado a desempeñar unas funciones muy concretas, delimitadas por las leyes, la Constitución y el Estatuto. Si esas leyes se esfumasen, mi voto y todos los votos, perderían su significado. Y él volvería a ser un tal Juanjo, ciudadano respetable como otros, pero sin legitimidad para hablar en nombre de los vascos, y no digamos ya para proponer nada al Estado en su representación.

Es como si el presidente de la comunidad de vecinos, en vez de hacer que reparen la calefacción porque se acerca el invierno, pusiese toda la casa en venta. 'Oiga usted, ¿quién se ha creído? Nosotros no le pusimos para eso'. Uno de mis alumnos más jóvenes diría: 'A este presidente le ha entrado el alféizar'...

Yo no sé si le ha entrado, o es que se ha subido a un alféizar de Ajuria-Enea y desde ahí amenaza con tirarse. Que estos tímidos, cuando se suben a una silla, pueden ser un peligro para los viandantes. Ahora, desde allí arriba está gritando: 'Que me tiro; acercaos, vascos y vascas, que me tiro'.

Por Dios, qué surrealista es esto. Primero quisieron hacernos como Irlanda. Luego, como Lituania, como Serbia. Ahora el último modelito nos llega de Puerto Rico, Estado libre asociado... a España.

Oh no; otra vez se nos habrá colado España. Y es que la malvada España, es decir Madrid, no dejará tampoco entonces que el nuevo Estado libre hurgue en su territorio de Navarra con la misión de liberar a los navarros. Y tampoco París habrá de consentir que agentes portorriqueños operen en el Sud-ouest. De nuevo la intransigencia, el inmovilismo. Y el conflicto. Volverán de nuevo los obispos a pedirnos, desde la humildad, diálogo y oraciones por la paz. De nuevo ETA se verá moralmente obligada a matarnos para educar al PNV, o como mera expresión del conflicto, ahora ya internacional.

Tanto viaje, para terminar donde empezamos. Las banderas seguirán siendo las mismas que ahora; es decir, ikurriñas rodeadas de ikurriñas. Aunque habrá también algunas pequeñas diferencias.

En el Estado Libre Asociado de Euskalherria, a quienes sigamos sin ser buenos vascos (y negándonos a marcharnos) se nos podrá aplicar la Ley Vasca. Podremos ser justamente condenados por tribunales procedentes del sindicato de abogados euskaldunes, devenidos magistrados, mientras los actuales jueces de carrera habrán pasado a mejor vida.

Los vascos y vascas apreciarán alguna otra sutil diferencia en el futuro. Verán menos al lehendakari en persona, porque estará siempre ocupado sobrevolando continentes y diciendo por su teléfono galáctico: 'Aquí el Aire Indarra Bat para el Air Force One. George, George: al habla Juanjo; ¿me copias? Yo te copio a ti alto y claro'.

A sus súbditos, siempre les quedará EITB.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_