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Columna
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La Euskadi virtual del nacionalismo

El miércoles pasado, los dos partidos burgueses que ejercen el gobierno en Euskadi -PNV y EA- dirimían sus diferencias de cara a las próximas elecciones municipales en torno a un almuerzo en un asador en San Sebastián con chuletones de carne y ventresca de bonito (El Diario Vasco, 29-09, página 31). Con toda seguridad, sin guardaespaldas y en total fraternidad. Pocos dias después, el sábado 28, los cargos públicos no nacionalistas eran objeto de un acto de desagravio en el frontón Atano III de la misma ciudad, en un acto organizado por la iniciativa ¡Basta ya! y por la Asociación de Víctimas del Terrorismo. El mismo lugar en el que, en el mes de julio, una alcadesa socialista -democráticamente elegida- fue insultada y agredida, ante la pasividad de los asistentes y la ausencia de las fuerzas de orden público bajo la competencia exclusiva del Gobierno autónomo presidido por el señor Ibarretxe. La Ertzaintza nada pudo hacer porque no estaba. Aunque parezca increíble, nadie previó ni imaginó que el totalitarismo pudiera hacerse presente en ese acto.

Quienes más sentido común han demostrado dentro del nacionalismo o han abandonado o han sido expulsados

Las dos son partes de una misma realidad bien presente entre nosotros. Una realidad que obliga a tomar posiciones. Obviamente, estoy más cerca de las víctimas que de los estómagos agradecidos. ¡Qué más quisieran los cargos públicos no nacionalistas que poder hacer la misma vida que sus homólogos nacionalistas! Esto, hoy y aquí, es imposible y la crudeza de esta realidad hay que imputársela al nacionalismo gobernante porque pretende vivir en la ficción de un país en el que todas las ideas son defendibles por procedimientos democráticos. No sólo es una ficción. Es una gran mentira.

Al mismo tiempo, otra de las grandes ficciones que pretenden vendernos: afirman que llevan 107 años defendiendo las libertades públicas. ¿A quién quieren engañar? Si algo hay que reconocer al nacionalismo gobernante en materia de libertades públicas es el hecho de haber garantizado en exclusiva la impunidad. Teniendo competencias exclusivas que nadie les discute, no quisieron defender las libertades públicas. Los que nos batimos el cobre durante los duros años de los secuestros y del lazo azul no olvidaremos nunca la impunidad -y la consiguiente indefensión nuestra- de que gozaron quienes nos insultaron, coaccionaron y amenazaron. Eran tiempos de contramanifestaciones, insultos, amenazas y coacciones, siendo consejero del Interior el señor Atutxa. Tuvo que haber enfrentamientos físicos para que apareciera por primera vez la Ertzaintza. Luego su presencia fue cotidiana, pero sin intervenir. Era el modo en el que el nacionalismo gobernante 'gestionaba el conflicto': de la manera más aséptica para que no le salpicara.

Así se vive bien. No es verdad. Se vive muy bien: gobernando sin implicarse. Actuando como no actúa ningún gobierno democrático de nuestro entorno. Han tenido que pasar muchos años hasta llegar a la prueba del algodón para poder constatar lo que ya sabíamos: no hay que enfadar en demasía al hermano. Aunque amenace, aunque coaccione, aunque asesine. A fin de cuentas, son de la misma familia. De ahí la demogogia: mucho hablar en abstracto pero, a la hora de la verdad, ni Ley de Partidos, ni vía penal. La guinda, ahora, es el Estado asociado. Lo que no entiendo es que quieran ser un Estado asociado a España. Si tanto la odian, ¿por qué no un Estado asociado a Francia? ¿Necesitan sólo a España para formar parte de la Unión Europea? ¿Qué piensan sus militantes y votantes mayoritariamente pertenecientes a clases sociales acomodadas? ¿Para cuándo la coherencia? ¿Por qué no se dirigen solos al precipicio? ¿Por qué esta vía a sabiendas de que nunca prosperará? ¿Cuándo van a asumir sus responsabilidades? ¿No les dice nada el hecho de haber sido el único gobierno europeo al que desde una organización internacional democrática se le ha imputado la responsabilidad por no defender eficazmente las libertades de sus ciudadanos?

Soy consciente de que mis preguntas probablemente no encuentren respuesta. A diferencia de las víctimas del terrorismo, el electorado nacionalista vive muy bien, tiene el estómago lleno y no parece preocupado por la deriva a la que le conducen.

Es una pena que. en un ambiente nacionalista de tanta libertad, quienes más sentido común han demostrado dentro del propio nacionalismo denominado democrático, o bien han abandonado la política activa o bien han sido expulsados del Partido Nacionalista Vasco. Es la prueba más evidente, junto al modo en el que viven los cargos públicos de la oposición, de la calidad de las libertades en Euskadi y de su democracia: somos la envidia del mundo libre de este planeta llamado Tierra. Es por eso que los que están se van y los de fuera no quieren venir. Pero no se preocupen. No pasa nada.

Carlos Fernández de Casadevante Romaní es catedrático de Derecho Internacional Público en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

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