El Gobierno y los socialistas pactan la respuesta a Ibarretxe
La Moncloa centra el desafío en el referéndum y la asunción unilateral de competencias
'Lo que más desearía Xabier Arzalluz es que el Gobierno cayera en la provocación de suspender la autonomía vasca. Pero no va a tener esa oportunidad'. Esta frase de un alto cargo del Gobierno refleja la posición común del Ejecutivo y el PSOE ante el reto soberanista del lehendakari, Juan José Ibarretxe. El secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos, y el ex ministro socialista de la Presidencia Alfredo Pérez Rubalcaba, por encargo de José María Aznar y de José Luis Rodríguez Zapatero, trenzan una estrategia institucional ante el mayor reto del nacionalismo vasco al Estado de las autonomías.
'La clave de la contestación al desafío del 'lehendakari' está en la sociedad vasca'
Zarzalejos y Pérez Rubalcaba conversaron el viernes, una vez conocida la propuesta de Ibarretxe, y asentaron unas bases comunes que parten del compromiso del Gobierno de contar con el PSOE en sus respuestas en este asunto. Coinciden en que el reto de Ibarretxe es 'muy grave'. Pero también en que, así como fracasó su antecedente de reto soberanista, el Pacto de Lizarra, suscrito en 1998 por el PNV y Euskal Herritarrok -antecesora de Batasuna-, entre otras formaciones, (previo acuerdo del partido de Arzalluz y ETA) 'también fracasará éste'. Y destacan que ahora es el lehendakari, a diferencia de hace cuatro años, el que asume unilateralmente la representación de todo el nacionalismo, asimilando las posiciones radicales de Batasuna con la pretensión de absorber su electorado.
El Gobierno central no actuará unilateralmente, asegura Zarzalejos. El Ejecutivo asumirá el papel de vigilante del ordenamiento democrático ante las iniciativas de Ibarretxe. En este momento, La Moncloa estima que los retos del lehendakari se concentran en dos vías: la asunción unilateral de competencias y su descuento del Cupo -cifra a pagar por el Gobierno vasco al Estado por los servicios consumidos y no traspasados- y la posible celebración a un año vista de una consulta popular en Euskadi.
Sin decisiones excepcionales
El referéndum no tiene viabilidad porque necesitaría de la mayoría absoluta del Parlamento vasco y de las Cortes Generales, de las que carecen los partidos del Gabinete de Vitoria. En cuanto a la asunción unilateral de competencias por parte del Gobierno vasco, el Ejecutivo central las recurrirá al Tribunal Constitucional y, si Ibarretxe las resta del Cupo, será el Ministerio de Hacienda el que estudiará la fórmula compensatoria. Además de estas medidas de respuesta a los posibles retos de Ibarretxe, el Gobierno, apoyado por el PSOE, no contempla decisiones excepcionales -como la suspensión de la autonomía- que pudiesen alimentar el victimismo nacionalista.
Que el desafío de Ibarretxe presente una mezcla de gravedad e inviabilidad origina respuestas variables en el Ejecutivo, que oscilan entre el acento dramático que le da José María Aznar a la serenidad con que reacciona su número dos, Mariano Rajoy.
Pero la clave de la respuesta al reto soberanista, coinciden el Gobierno y el PSOE, no va a jugarse tanto desde las instituciones democráticas centrales como desde la sociedad vasca y, sobre todo, desde sus sectores más perjudicados. 'Cuando esta propuesta de Ibarretxe toque a la sociedad se producirá la reacción', apuntan Zarzalejos y Rubalcaba.
Una parte de la sociedad vasca ya ha reaccionado a través del movimiento social de apoyo a las víctimas del terrorismo. Y el aparcamiento en el discurso de Ibarretxe del problema principal de Euskadi, los asesinatos de ETA, estimulará aún más ese movimiento. Pero el cálculo del Ejecutivo y del primer partido de la oposición es que también reaccionen sectores especialmente afectados por la inestabilidad institucional y por las consecuencias socio-económicas que presagia la propuesta del lehendakari: el mundo empresarial vasco, una parte de él, además, muy vinculado al PNV.
Otra consecuencia política del reto de Ibarretxe es la clausura del portillo que los socialistas pretendían abrir a él y al PNV. Zapatero proyectaba, en un plazo relativamente corto, entrevistarse con el lehendakari. Este gesto ya se da por cancelado en el PSOE y, con él, las expectativas de pactos transversales en diputaciones y ayuntamientos tras las elecciones forales y municipales de mayo.
Por el contrario, el desafío de Ibarretxe aproxima al PP y al Partido Socialista de Euskadi (PSE). Los populares quieren resucitar la alternativa ante el nacionalismo y les parece ahora fundamental salvaguardar para los partidos constitucionalistas (con la reedición del pacto de 1999) la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria.
No obstante, Pérez Rubalcaba insiste en que no deben repetirse los 'errores' cometidos hace año y medio, antes de las elecciones vascas de mayo de 2001, con la imagen de un frente político antinacionalista. El PSE va a tratar de abanderar la defensa del Estatuto que el PNV abandona por el soberanismo y de fijar ahí su identidad política.
Dentro del PSE hay quienes, como el ex vicelehendakari Ramón Jáuregui, no comparten el optimismo de la 'inviabilidad' y el 'fracaso anticipado' de la propuesta de Ibarretxe. No descartan que pueda lograr un respaldo social amplio -los sindicatos ELA y LAB, la Iglesia vasca, movimientos sociales como Elkarri...-, que avance sensiblemente en las elecciones municipales a costa de Batasuna, que logre una tregua de ETA y que llegue a materializar su desafío con un referéndum de hecho. 'Eso sería ya en sí mismo un gran fracaso porque estimularía el victimismo nacionalista para años'. Jáuregui propone articular un movimiento social en Euskadi 'firme democráticamente, pero también abierto a sectores nacionalistas discrepantes, inteligente, alejado de los frentismos que fueron tan nefastos hace año y medio'.
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