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VISTO / OÍDO
Columna
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Errores de empresa

Oigo a una portavoz ('vocera', dicen algunos) del PP contra Zapatero porque éste atacó a los concejales acusados de prevaricación en Madrid, y curiosamente protegidos por el alcalde para que su suspensión de militancia se produzca tantos años después de saberse lo que pasó con la Funeraria. Dice lo que no se debe decir: que Zapatero era diputado del PSOE cuando éste gobernaba con una corrupción generalizada. Como todo el mundo sabe, no hubo nunca una corrupción generalizada. Ni Zapatero apoyó la que hubo. Ni los principales actores de aquellas desgracias fueron militantes del PSOE, sino aventureros. Y de lo que se trata ahora es de un asunto de corrupción del PP. O de algunos miembros de ese partido. No son frecuentes.

Al PP se le debe la creación y aprovechamiento de leyes de forma que lo que antes se llamaba corrupción sea legal y hasta moral. Está abierto a las suspicacias. Hay quien cree que la boda de la hija de Aznar forma parte de esa corrupción legal. Creo que puede ser una corrupción moral, aparte del mal gusto de los nuevos ricos, pero ¿dónde está la moral? No sé, tampoco, dónde están los moralistas. Me es muy difícil atribuirle a un partido político su derecho a definirla desde el poder, y me refiero a las cuestiones de óvulos o células madre, en las que no pueden tener más inspiración que la eclesiástica para la cuestión del origen de la vida, que no sé dónde está escrito que sólo pueda ser mediante el coito previamente sacramentado.

Todo esto son disparates más que temas morales. Pero ¿en qué moral está inscrita la ley de la inmigración? ¿Qué moralista puede decir que el trato que se da a esos seres humanos, incluyendo los que van a nacer, que en otros casos son tan defendidos, está de acuerdo con la moral o con la ética? ¿Es moral vengar la matanza de Nueva York arrasando países? ¿Es moral apuntarse a esa política desde aquí por obtener las ventajas de ser súbditos imperiales? Tuve un director en un periódico que prohibía las preguntas: no estamos para preguntar al público, sino para aclarar sus preguntas. No es verdad, decía yo: estamos para suscitar los debates, las cuestiones, sobre todo en casos en que es cada uno el que tiene que buscarse su respuesta. Claro, se hacía lo que él mandaba. Un día me dijo: 'El director soy yo'. 'Un error de la empresa', le dije. Ah, cuando el director fui yo, se hacía lo que yo quería. ¿Dónde está lo moral?

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