Los islamistas aspiran a ser la tercera fuerza de Marruecos
26 partidos concurren hoy en las primeras elecciones del reinado de Mohamed VI
En un país como Marruecos, en el que no hay antecedentes de elecciones legislativas limpias y donde además está en vigor una nueva ley electoral que ha redibujado las circunscripciones, hacer vaticinios sobre el resultado de la consulta de hoy es arriesgado. La mayoría de los politólogos prevén, sin embargo, que de las urnas saldrá un Parlamento fragmentado, con un reparto de fuerzas similar al actual, aunque con una mayor presencia de los islamistas moderados, que podrían convertirse en la tercera fuerza política, detrás de los socialistas y de los nacionalistas del Istiqlal.
¿Qué va a votar? El periodista no se resiste a hacer esta pregunta al taxista, al recepcionista del hotel o al revisor de tren que le controla el billete. Aunque la muestra no es significativa, se suele encontrar con dos respuestas. Dispongan o no de su tarjeta de elector, algunos contestan que no lo harán porque no se acaban de creer que las elecciones sean limpias. Los que responden que sí depositarán su voto muestran claramente sus simpatías por el Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD, islamista).
Algo más científico es el resultado que arrojan los sondeos publicados en la prensa, aunque la inexperiencia de sus autores hace que sean menos fiables que en Europa. El diario Al Ahdat Al Magrebia publicó uno de la filial marroquí de un instituto de sondeos francés que colocaba en cabeza a la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), del primer ministro Abderramán Yussufi, con un 27%, seguido por los nacionalistas del Istiqlal, con un 17%.
Más solvente, porque probablemente fue efectuada por el Ministerio del Interior marroquí, otra encuesta otorgaba un 18% a la USFP; 17% al Istiqlal y, en tercera posición, se situaban con un 9% de los sufragios el PJD, el Movimiento Popular, de inspiración berberista, y los barones conservadores del Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI). Este sondeo fue recogido en las páginas del semanario francés Jeune Afrique que lo atribuía a 'fuentes policiales'.
La primera gran prueba de hoy será, sin embargo, la participación electoral porque el principal movimiento islamista, Justicia y Caridad, y algunos grupos de izquierdas preconizan el boicoteo. Cuando los comicios eran amañados se situaba en el 58,3%. Anoche menos de 12 de los 14 millones de marroquíes con derecho a voto censados -sobre una población total de 30 millones- habían retirado su tarjeta de elector. Para votar hay que tener 20 años cumplidos.
91 circunscripciones
El mapa político marroquí es difícilmente homologable al de cualquier país europeo. Como sucedió en España en vísperas de las elecciones generales de 1977, han surgido recientemente una multitud de partidos nuevos. Son 26 los que concurren a los comicios, aunque no todos lo hacen en las 91 circunscripciones en las que ha sido dividido el país. En cada una se eligen a entre uno y cinco diputados. Otros 30 parlamentarios, de los 325 de la Cámara de Representantes, son mujeres que se presentan en una lista nacional femenina.
De forma esquemática, esas dos docenas de partidos se dividen en cinco grandes conjuntos. En primer lugar, la izquierda con los socialistas, los ex comunistas, algunos partidos izquierdistas y las diversas escisiones de la USFP. En segundo, la derecha democrática de los nacionalistas del Istiqlal, el partido más cargado de historia. En el tercero, los islamistas moderados del PJD, los únicos que se presentan.
Menos equiparables aún resultan, en cuarto lugar, los partidos con sensibilidad bereber, como el Movimiento Popular, que son de ámbito nacional pero están especialmente implantados en las zonas donde se hablan los dialectos amazigh. Quedan, por último, los partidos artificiales, creados desde el Ministerio del Interior en tiempos de Hassan II, e integrados por barones con poca ideología y mucho dinero como el Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI).
La proliferación de partidos, muchos de los cuales no obtendrán representación, y la distribución de circunscripciones, consensuada por el Ministerio del Interior con las formaciones políticas, no propician la aparición de mayorías claras para gobernar. El rey Mohamed VI dispondrá así de un mayor margen de maniobra para elegir a un primer ministro de partido, salvo que opte por un tecnócrata, e incitar desde palacio a que se constituya la alianza parlamentaria más conveniente para respaldar al nuevo Gobierno.
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