Invencible y vulnerable
Desde el 11-S, como señala Pierre Hassner (¿Estados Unidos: el imperio de la fuerza o la fuerza del imperio?, Instituto de Estudios de Seguridad de la UE), EE UU se siente a la vez 'invencible' y 'vulnerable'. La amenaza de guerra nuclear era existencial. La actual, de ataques con armas de destrucción masiva de Estados no fiables o grupos terroristas, no lo es. Pero esta Administración quiere asegurar la invencibilidad y preeminencia de EE UU en todos los órdenes, y protegerse contra la vulnerabilidad ya sea con sistemas defensivos (contra misiles balísticos, por ejemplo) o poniendo en práctica la máxima, recogida en el documento, de que 'la mejor defensa es un buen ataque'.
El viraje ha quedado confirmado: atrás quedan doctrinas concebidas en y para la guerra fría, como la de la disuasión nuclear (primero unilateral, luego mutua) o la contención de una potencia enemiga supuestamente expansiva. La distensión entre EE UU y la URSS vino a vaciar estos conceptos pues ya no se sabía quién disuadía a quién de qué.
Es lógico que en esta situación EE UU se replantee sus prioridades. Pero hay que prevenirse frente a la prevención. Es ilegal: la Carta de Naciones Unidas sólo recoge el derecho al uso de la fuerza en 'legímita defensa' en caso de ataque armado o porque lo ordene el Consejo de Seguridad. Bien es verdad que esta Carta estaba pensada para regular relaciones entre Estados y no para luchar contra el terrorismo en red, y que la disuasión no sirve frente a suicidas. Esta Administración quiere desarrollar el concepto de 'amenaza inminente' frente a la cual prevenirse. Puede defenderse así, pero también correr el riesgo de exportar inestabilidad y, en vez de disuadir, contribuir a la proliferación de armas de destrucción masiva por Estados que quieran protegerse de un ataque preventivo. Lejos queda la visión de este 43º presidente del nuevo orden mundial al que aspiraba su padre, el 41º.
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