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Entrevista:ELVIRA LINDO | Escritora

'Soy una ladrona de situaciones y personajes'

Elvira Lindo (Cádiz, 1962) es una autora capaz de enfrentarse a cualquier reto. El caso es librarse de encasillamientos. Que triunfa en la literatura infantil y juvenil con los libros de Manolito Gafotas -de los que se han vendido cerca de dos millones de ejemplares-, pues se mete a hacer cine; que se la bendice como guionista, pues a amasar otro pastel... Y así, esta mujer, viciosa del riesgo, inquieta, cercana y frágil, publica ahora su segunda novela. Se titula Algo más inesperado que la muerte (Alfaguara) y se presenta hoy en el teatro de La Abadía de Madrid. Pretende ser un repaso a la especie humana y a los últimos 70 años de historia española de la mano de una mujer cuarentona, Eulalia, casada con Samuel, un escritor consagrado y en cierto sentido hasta congelado; y otra, Tere, la mujer de la limpieza en una casa, y unas vidas mezcladas de polvo y barro con perfume caro.

'Hay escritores fieles a un estilo. Yo no soy así. Soy infiel por naturaleza'
'Hablo de esas vacas sagradas a las que se arriman algunas mujeres interesadas'

Pregunta. ¿Tiene miedo?

Respuesta. ¿Miedo? No. El miedo viene de la inseguridad, y yo, con esta novela, creo que he puesto toda la carne en el asador. Además, el hecho de arriesgarme a hacer algo que nunca había hecho antes me satisface.

P. ¿Y si algunos piensan que ha sido un atrevimiento pasarse a la literatura que llaman seria, eso teniendo en cuenta que Manolito no lo sea?

R. Creo que ésta es una novela atrevida, pero en muchos sentidos. Siempre me pasa. Yo escribo con atrevimiento, con descaro, pero después de haber pensado mucho. Soy una pecadora un tanto atormentada, y esta novela ha sido un pecado inevitable. Cuando se escribe hay que pecar, ser impúdico, arriesgado; es necesario, y así lo hago.

P. ¿No le pica la curiosidad por la reacción de su público ante algo tan inusual en usted?

R. Tengo curiosidad por ver si este salto al vacío resulta bien o mal, por supuesto. Ha sido una espera larga desde que la terminé hasta que sale a la venta, pero ha sido una ansiedad compartida que he superado con el trabajo de este verano en el Tinto de verano. Pero mis amigos y sobre todo mi marido me han dado mucha seguridad.

P. ¿Sus colaboraciones en prensa han sido una escuela eficaz?

R. Han sido un ensayo y un entrenamiento. Me han enseñado a escribir con valentía.

P. La novela tiene una estructura complicada, mezcla los tiempos del presente al pasado. ¿Cómo define su juego?

R. Es como una muñeca rusa. Siempre esconde algo dentro.

P. Como cada uno de los tres personajes principales.

R. La idea surgió de dos mujeres que hablaban sobre un hombre hacia el que no les movía el amor, sino el interés. Y es curioso, se me ocurrió hace tres años, con unos diálogos concretos que luego, después de que madurara la idea, se formara la estructura y todo lo demás, han quedado reflejados tal como me los imaginé entonces. Es como si ellos me lo hubieran ido contando todo.

P. ¿Y a esos personajes se les puede identificar con alguien en concreto? A todos nos vienen a la cabeza nombres de escritores consagrados casados con mujeres más jóvenes que ellos.

R. Es una mezcla de pura invención y gente cercana. Me considero una ladrona de situaciones y personajes. Soy una observadora nata que casualmente escribe. No es algo inconsciente. Es parte de mi trabajo. Todo lo que vivo me sirve. Sobre todo lo más próximo.

P. También lo lejano en el tiempo. Porque Eulalia, la protagonista, fue militante comunista, vivió la transición activamente, trabajó en la radio, como usted...

R. A los 15 o 16 años milité en las Juventudes Comunistas, también he trabajado en radio, pero la invención del personaje no tiene que ver conmigo.

P. Se mezclan muchas cosas y se describe un mundo demasiado dominado por los intereses.

R. Cuesta ponerse del lado de un personaje u otro. Los escritores también buscan dinero, proyección pública. Yo, que soy una mujer independiente, con la vida resuelta, puedo entender que haya gente que se mueve por interés, sin hipocresía. No he tratado de juzgar a nadie. En la novela, cada uno se expresa con impudor, como algo casi pornográfico. El interés tiene distintos niveles. Quien no tiene dinero es lo primero que quiere. Pero el que lo tiene busca otras cosas; prestigio, por ejemplo.

P. ¿Le interesaría, por un casual, que se dijera que ésta es una novela de mujeres?

R. No. Me molestaría que se tomara como tal. Mi pretensión es llegar a todos. Y sobre todo me gustaría que se leyera sin tener en cuenta lo que he hecho antes. Hay escritores fieles a un estilo. Yo no soy así. Soy infiel por naturaleza. Me gusta coger los libros sin prejuicios, y lo siento por quienes los tienen. Me molesta, por ejemplo, tener que pedir perdón cada vez que pruebo algo nuevo. Lo que hago es por puro placer, como hago también los Manolitos, por pura diversión, pero al tiempo con mucha autoexigencia, porque tengo mucho amor propio y no me gusta quedarme atrás.

P. ¿Y le interesaría crear polémica, quizá?

R. No la busco. Todo es pura invención, pero estas cosas que aparecen aquí, pasan.

P. ¿Cuáles? ¿Que hay escritores demasiado interesados por el dinero y el prestigio a toda costa en la España actual, por ejemplo?

R. El personaje de Eulalia es el de una mujer con poca habilidad para ser feliz. No sabe hacia dónde encaminar su ambición. Es interesada, sí; pero el de Samuel es el de un icono cultural que parece no estar obligado a dar explicaciones a nadie de sus actos y se aprovecha constantemente de los demás sin saber muy bien por qué. Y es que, en este país, uno se gana el prestigio diciendo cómo es, con lo que se dice que se es, no con lo que se hace. Así se puede utilizar, manipular y no pedir cuentas.

P. Un país de santones...

R. Sí. Y elegí un escritor precisamente para hablar de esos mitos culturales que viven de la propia mitomanía y porque es algo que puedo describir con soltura. Esas vacas sagradas y santones a los que se arriman algunas mujeres interesadas.

P. ¿Pero no cree que haya también amor, ternura, incluso atracción sexual en esas relaciones?

R. No, no me lo creo. Hay personajes que la libido la dirigen hacia otros terrenos. Personas para las que el sexo, el amor, no es lo que importa en una relación. Lo que pasa es que vivimos en una época en la que tenemos que poner envoltorio amoroso a todo. Hoy también existen matrimonios arreglados.

P. ¿Qué influencias literarias tiene este libro?

R. A mí, leer a ciertos autores me enseña a escribir con más libertad. Ésta es una novela en la que he tenido presentes a John Cheever, por ejemplo, que me ha enseñado que se pueden contar muchas cosas en una página; a Phillip Roth, que escribe sin miedo a la digresión, que es impúdico. Y también he tenido muy presentes a Woody Allen y a Fellini, para cambiar de ambientes y escribir sobre lo que conozco. Fellini decía que no podría ir a trabajar a Los Ángeles porque allí no sabe cómo hablan las putas ni los taxistas. Yo tampoco. Mis personajes se mueven en Madrid, cruzan de un barrio a otro y cambian de escenario social. Me hace gracia que se hable de mí como persona que plasma la periferia. No quiero ser especialista en barriadas. Me gusta conocer mi ciudad saliéndome de sus límites.

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