La destrucción del patrimonio
Señor director, imagínese usted un pueblo así:
- Destruyó una casona solariega con más de dos siglos de antigüedad (la Casa Grande) en el centro de esta villa para hacer un enorme bloque de cien viviendas que, de paso, arruinaron la vista de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol (siglo XVI).
- Enterró bajo dos metros de cemento los últimos vestigios de su castillo (siglo XV) y construyó encima una plazoleta ajardinada (plaza del Castillo).
- Demolió el hotel de los Amarillas (palacete de principios del siglo XX) y lo redujo a pisos.
- Desgració el Rollo (siglo XVIII y símbolo de su jurisdicción de villa) con un apuntalamiento sin asesoramiento técnico, pero está permitiendo ahora que se hunda la bella cruz del camino de Escurial (siglo XIX, por lo menos).
- Permitió que se arruinara y casi se hundiera el palacio del obispo Solís (siglo XVIII) y, no contento con esto, dedicó parte de sus dependencias a hacer más pisos.
- Por último, carece de una normativa urbanística suficiente que proteja sus edificios notables, en especial sus casonas solariegas y labriegas (al menos sus fachadas) de la especulación constructora. Y, claro, muchas han caído ya víctimas de la piqueta. Pues bien, este pueblo al que me refiero no es Macondo, se trata de Miajadas, en la provincia de Cáceres.
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