Kandinsky y el jazz
Las noches de la Aste Nagusia dan de sí para que cualquiera encuentre el ritmo que mejor se acomode a su espíritu cada día. A la asentada oferta municipal, con los tradicionales escenarios de la plaza del Gas, la Pérgola, la plaza Nueva y la plaza de Unamuno, se une la del Museo Guggenheim. La institución ha querido desde el primer momento formar parte de la vida de los bilbaínos. Ese empeño se ha traducido en multitud de actividades para acercar a los habitantes de Bilbao, pequeños y mayores, hasta sus puertas, así como en distintas colaboraciones con los organismos locales.
El año pasado, el Guggenheim programó conciertos de jazz, de once de la noche a dos de la madrugada y de lunes a viernes. Además de disfrutar de la música en directo, con un grupo situado en el atrio del edificio de Frank Gehry, se puede tomar una copa y visitar las salas del museo.
La pasada Semana Grande un total de 1.600 personas asistieron a los conciertos de jazz en los cinco días que se celebraron. De ellos, la mitad acudieron expresamente a esa propuesta y la otra mitad habían visitado el museo durante el día o eran invitados de la institución. La entrada nocturna cuesta 10 euros, pero para los visitantes del mismo día al museo esta cifra se reduce a cinco euros.
Este año, además de un concierto de la Orquesta Sinfónica de Bilbao en la explanada exterior, el museo repite la experiencia de lo que han bautizado como Las noches del Guggenheim y se ha convertido en una de las más sugerentes propuestas de las fiestas de Bilbao. Esta vez son cuatro días, que comenzaron el martes 20 con la actuación de Sacratif, y Four in Bop (ayer), y continúan con Jon Urrutia Trio (esta noche) y Cotton Club (mañana). Como marco, el edificio de titanio, y como compañeros irrempazables, las exposiciones de las fotografías de Wim Wenders, París, capital de las artes, Kandinsky en su contexto y Rapture, de Shirin Neshat.
El bilbaíno Salva Salazar, al frente de Sacratif, abrió el martes la ronda de jazz. Su actuación comenzó suave, con piezas propias creadas por el propio Salazar. El público aplaude. ¿Entienden de jazz? Quién sabe. Lo que sí entienden es de placer, de ese que permite estar apaciblemente sentado, tomando una copa de cava, por ejemplo, y escuchar música relajadamente.
Para el líder de Sacratif, la iniciativa del Guggenheim es 'perfecta y muy necesaria' para los músicos de jazz. De la misma manera opina Jon Urrutia, que actúa con su trío esta noche y que también lo hizo el pasado año. 'Estaría muy bien que se consolidara esta cita para todos los años', apunta Urrutia. Este músico también pide más escenarios para el jazz: 'Y todo el año, no sólo en verano', puntualiza.
Los grupos que protagonizan Las noches del Guggenheim han sido seleccionados por el propio museo a partir de los dossieres que las bandas les han hecho llegar. Salva Salazar aseguraba un día antes de su actuación que no se encontraba nervioso por el escenario donde iba tocar. 'El fuerte de nuestro grupo son las actuaciones en directo', dijo. Además, ya le habían llegado comentarios sobre 'la buena acústica' del atrio del Guggenheim. 'Tocaremos composiciones propias, pero también piezas ineludibles'.
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