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Aste Nagusia
Columna
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Lógicas diferencias

He visto reproducido en varios sitios, entre ellos el programa de fiestas que el Área municipal de Cultura y Turismo envía a todos los vecinos, una especie de bando o llamamiento general que hace el alcalde Azkuna bajo el título 'A las gentes de Bilbao'. Lo bonito de estos bandos es que siempre están cuajados de buenas intenciones, apelaciones a la sana diversión y a lo hospitalarios que resultan nuestra villa y todos sus vecinos. Yo no creo que Bilbao sea una ciudad especialmente hospitalaria, pero hay que reconocer que no son fechas para mostrarse puntillosos. Si el texto del alcalde sirve para que, de verdad, nos esforcemos por ser más acogedores, bienvenida sea la presunción no demostrada de que nuestro calor con el foráneo ha adquirido caracteres legendarios.

Otra de las apelaciones en el inicio de las fiestas corresponde a la superación de los conflictos, al olvido de las diferencias, al esfuerzo por ser más tolerantes durante estos días. Nuestro alcalde, cuya legendaria campechanía le hace salir bien parado de este lance, sabe abordar el tema con sabrosos eufemismos, no exentos de significación, pero siempre cuidadosos a la hora de evitar susceptibilidades. El problema de la susceptibilidad, sin embargo, es que resulta infinita, y que no habrá jamás astuto conductor de masas que no haya errado alguna vez en este campo.

Voy, por una vez, a mostrarme susceptible con la gobernación de un consistorio al que tantos otros méritos reconocería sin dudar. El texto 'A las gentes de Bilbao', que sin duda no es una fruslería porque ya lo he visto reeditado en muchas partes, desbarra notoriamente en una frase: aquella que alude a 'nuestras lógicas diferencias'.

Uno comprende el esfuerzo ecuménico de las autoridades por evitar los distingos, por orillar en estas fechas toda contienda política. Pero en Bilbao, como en Euskadi, padecemos una desgracia singular: no todas nuestras diferencias son tan lógicas. Hay, de hecho, una diferencia entre nosotros absolutamente ilógica, aberrante e inaceptable: aquella que nos divide entre los que justifican la violencia política y los que preferimos ahorrarnos el instrumento.

Uno está dispuesto, dispuestísimo, a considerar lógicas toda clase de diferencias de estatura, osatura y composición ideológico-mental, pero me temo que el Consistorio, en su afán pacificador, no debería haber llegado tan lejos. Mucho más razonable parece otra delicada expresión del mismo texto, aquella que solicita 'un pensamiento para los que, por cualquier causa, no puedan asistir a la fiesta'. Se trata sin duda de una disimulada aceptación del sempiterno argumento de los presos a los que siempre recuerda el entorno radical. Y uno comprende, por supuesto, el recordatorio porque, además de muchos otros ausentes, también éstos, desde un punto humano y personal, son merecedores de memoria. Si el Ayuntamiento hubiera aludido a los ausentes 'por cualquier causa lógica', en vez de 'por cualquier causa', otro gallo cantaría, y más de un aguerrido colectivo habría denunciado el argumento.

No son fechas, desde luego, para precisar qué causas serían más o menos 'lógicas' para encontrarse lamentablemente ausente de las fiestas, pero esa discreción que nos exige la transitoria concordia de la Aste Nagusia no parece quebrarse si nos quedamos en la alusión crítica a nuestras diferencias, nuestras 'lógicas' diferencias.

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Uno está dispuesto a considerar lógicas todas ellas, salvo una.

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