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Una exposición desvela en Bilbao el diálogo pictórico entre Eugenio Lucas Velázquez y su hijo

Las obras de la muestra proceden de los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba

Una muestra que presenta el diálogo pictórico de Eugenio Lucas Velázquez y su hijo, Eugenio Lucas Villaamil, se inauguró ayer en la sala de exposiciones de la Fundación BBK (Gran Vía, 32), en Bilbao. La exposición, que estará abierta hasta el próximo 6 de octubre, procede de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana. El madrileño Lucas Velázquez (1817- 1870) fue un pintor que formó parte del circulo romántico de Goya. Esta es la primera vez que se muestran conjuntamente los cuadros de padre e hijo, tras una laboriosa verificación de autorías.

Desde 1912, el Museo Nacional de Cuba ha realizado exposiciones de la obra de Lucas Velázquez en España y Francia, 'para estudiarlo y tratar de desentrañar la maraña de obras entre Goya y Lucas Velázquez, y entre éste y sus discípulos. Cuadros de Lucas el viejo eran atribuídos a Goya y cuadros del hijo, al padre', comentó ayer, durante la presentación de la muestra Eugenio Lucas y su hijo, el comisario de la misma y jefe de curadores de la pinacoteca cubana, Máximo de Jesús.

Una vez establecida la autoría de los cuadros, el museo de La Habana ha organizado la exposición que ahora se muestra en Bilbao por primera vez. Un recorrido preciso en el que se puede apreciar la influencia del padre en el hijo, los contrastes, así como la inspiración claramente goyesca de temas, composiciones y tratamiento. 'Sin embargo, se puede comprobar cómo el trabajo de ambos se encuentra lejos de la opinión simplista de quienes les veían como simples copistas de Goya', matizó De Jesús.

Paisajes, bodegones, escenas de tauromaquia o estampas costumbristas son algunos de los campos temáticos que cultivaron padre e hijo. La colección de obras que se expone desde ayer en Bilbao, está compuesta por un total de veinte cuadros, de los que nueve se atribuyen a Eugenio Lucas Velázquez y once a su hijo.

Eugenio Lucas Velázquez, que comenzó su obra en torno a 1840, fue dibujante, grabador y realizó decoraciones murales y algunas miniaturas. En 1855 dos de sus obras fueron seleccionadas para representar a España en la Exposición Universal de París. Ese mismo año se le encarga la restauración de las pinturas negras de Goya en la Quinta del Sordo. La producción de Lucas Velázquez, bastante extensa, está compuesta por paisajes, escenas, retratos, bodegones, romerías, corridas de toros y majas.

Tensión y dramatismo

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El pintor también sintió especial debilidad por otros temas, que pintó en la década de 1860, como la religiosidad popular, hechicerías, rostros con antifaces, condenados por la Inquisición, etcétera. Lucas Velázquez imprime a estas escenas una tensión y un dramatismo que las relaciona con el tema de las ejecuciones en Goya.

Uno de sus grandes escenarios fueron las corridas de toros, si bien el pintor no pretendía retratar la fiesta en sí sino al público. Tanto en las escenas taurinas como en las que aparecen majas, Lucas Velázquez 'deja traslucir su interpretación dramática, de modo que la representación resulta con un aire de espectáculo teatral', según se apunta en el catálogo editado con motivo de la muestra en Bilbao.

El también madrileño Lucas Villaamil (1858-1918) estudió en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado en 1876 y cinco años después en la Academia de San Fernando. Su obra comienza a mediados de la década de 1870. Un rasgo importante que permite diferenciarlo de su padre es que sus argumentos se sitúan en el centro del cuadro, generalmente bajo un foco de luz.

Eugenio Lucas Velázquez y su hijo comparten su afición por Goya y reciben la influencia de su obra. En el hijo se percibe perfectamente la inspiración del padre, aunque no parece posible que ambos hayan trabajado juntos, por razones de edad. Lucas Villamil es el más importante seguidor de su padre, cuyo modelo aprendió 'a través del contacto con las obras'.

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