El reñidero español
Es larga y fecunda la relación de viajeros que han dejado su testimonio, en diferentes épocas, de sus correrías por España. De entre las sucesivas levas primero ilustradas y luego románticas fueron surgiendo espléndidas individualidades embriagadas por el pintoresquismo hispánico. Algunos de estos testimonios son ya inseparables de los paisajes que ayudaron a fijar. Hay una Andalucía de Washington Irving o de Gerald Brenan y hay una Mallorca de George Sand o de Luis Salvador, como hubo una Italia de Goethe o una Grecia de Lord Byron. Esta fructífera debilidad meridional, sustanciada en gran parte por gentes sajonas, llegó a su punto álgido durante la guerra civil. En ese momento, al aliciente de las corridas de toros pudo sumarse el enfrentamiento puro y simple de los indígenas entre sí. Este efecto de realidad, pasado por el túrmix de las ideologías, excitó aún más si cabe la atracción por España, que se hizo extensiva a medio mundo. Entonces llegaron hasta los dos bandos en contienda una multitud variopinta de nuevos aventureros que incluía la heroica disciplina de las Brigadas Internacionales, una generación entera de poetas ingleses, algunos norteamericanos generalmente novelistas, balas perdidas como Rick Blaine (cuya contribución por la República fue durante muchos años censurada en el doblaje de Casablanca) y un viejo profesor mío de francés en los Salesianos de Borriana, un galo hijo de españoles voluntario en el ejército de Franco, a quien siempre llamamos y llamaremos, para no dar pábulo a ningún equívoco, El Gabacho.
De entre todos los testimonios escritos que nos ha dejado el fastuoso género literario de la guerra de España sobresale un sólido volumen de Franz Borkenau (un sociólogo vienés refugiado en Inglaterra) llamado The spanish cockpit, que la editorial Península ha traducido hace poco con el título de El reñidero español. Ya lo dice Hugh Thomas en su prólogo: cuando Hotel in flight de Nancy Johnstone o Behind the Spanish Barricades de John Langdon Davies han dejado de resultarnos interesantes, e incluso cuando Por quién doblan las campanas de Hemingway o La esperanza de Malraux se han mantenido sólo por sus valores literarios, el consistente estudio de Borkenau continua dispensándonos una lectura amena y empática.
Viene Borkenau a la península en llamas con su reciente desencanto del marxismo, y perfectamente informado de las intenciones y los bagajes de Franco. Esta ausencia de idealismo le permite poner en práctica un proceso de auscultación general de la causa republicana a lo largo de dos prolongadas visitas, la primera en agosto de 1936 y la otra en enero del año siguiente, en una nueva situación. Es antológica su visión de la Barcelona controlada por la orgullosa 'aristocracia' anarquista, la Valencia suspendida en un imposible sueño regionalista y el Madrid a punto para el frenesí del 'No pasarán'.
En una contienda donde la intervención extranjera fue intensa y medular, Franz Borkenau representa dignamente la mejor escuela crítica. Es cierto que se confiesa adicto al 'retraso' celtibérico, a ese algo inaprehensible que sitúa a España en un momento 'anterior' en la mecanizada, competente, práctica y progresista Europa del momento. Su perspicacia y su detallismo novelístico, sin embargo, le llevan a darse cuenta pronto de que no hay nada de singular en el drama español. Simplemente es un coso donde todo el mundo -también los cronistas- ensaya su pequeño papel preparatorio para el reñidero mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.