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MÚSICA | GREC 2002
Columna
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Éxito sin sorpresa

El Grec 2002 está corriendo el telón. Ya es historia y, en el aspecto estrictamente musical, sus responsables podrán afrontar las vacaciones estivales con el ánimo bastante alto. Si fuera necesario poner notas, este año se llevarían una bastante alta. No sería, comencemos por lo negativo, un excelente en materia creativa o en prospección de la novedad, eso lo aprobaron justito, pero, en cambio, en casi todo lo demás la reunión de aciertos ha sido importante.

No sólo la acumulación de buenos conciertos ha caracterizado esta edición del Grec, también es destacable el intento de apertura hacia nuevos públicos antes ninguneados por el festival. Una apertura centrada especialmente en las sesiones Global 2002 realizadas en La Paloma y con la presencia en el programa general de algunos nombres impensables en ediciones anteriores, todo dirigido a públicos jóvenes que, con toda seguridad, veían hasta ahora el festival de verano de Barcelona como una exhibición bastante carca de la cultura al uso de sus padres. Roto el hielo y espoleados por el éxito de este primer contacto, ésta podría convertirse en una de las líneas que seguir para renovar la estructura musical del Grec.

Otra, más tímida en esta edición, sería el acercamiento a las músicas de distintas culturas. Mientras Khaled triunfaba por todo lo alto en el Poble Espanyol, el ciclo Músicas de la cuenca del Nilo ha pasado bastante inadvertido en el mare mágnum de actividades estivales, pero no debe desdeñarse como aperitivo de un futuro de mayor entidad.

Entre los conciertos sin riesgo, esos que seguramente hubieran recabado igual en Barcelona sin el amparo del manto protector municipal, el Grec 2002 puede apuntarse bastantes tantos. Por ejemplo, un Manhattan Transfer apoteósico, un trío de Keith Jarrett en lo más alto de su esplendor creativo, un Philip Glass de auténtico lujo, un Laurie Anderson-Lou Reed que despertó pasiones (positivas y negativas, lo que significa misión cumplida) o un Caetano Veloso tremendamente comunicativo -ahí influyó mucho la acertada elección del Auditori en contra de los habituales espacios al aire libre no siempre idóneos: es el caso de Franco Battiato, por ejemplo-.

Todos ellos -añadamos a Khaled, al habitual Pat Metheny y al potente imán de la reunión Ketama-Macaco- habían visitado Barcelona, y su éxito era previsible. Su inclusión en un festival municipal -con precios de entrada que han llegado a los 72 euros, en el caso de Jarrett- no es criticable, pero cuando se convierten en lo más destacable del festival es un claro signo de que algo todavía cojea.

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