Juan Diego Flórez deslumbra en Peralada con una voz excepcional
El joven tenor peruano Juan Diego Flórez encandiló al público que asistió la noche del sábado al recital que ofreció en el marco del Festival de Peralada (Girona). Exhibió una de las voces de tenor más bellas y seductoras que han aparecido en los últimos años. Se preveía algo grande, pero no tan grande. El cantante había pasado bastante desapercibido por el Liceo de Barcelona cuando, dirigido por Riccardo Muti, había participado en la interpretación del Stabat Mater de Rossini en 1999.
La sombra de Riccardo Muti es muy grande, lo tapa todo y además, en aquellos años, Juan Diego Flórez aún estaba en plena fase de aprendizaje. Sin embargo, aquellos que posteriormente le habían escuchado en Canarias, en el Covent Garden de Londres o en Pesaro regresaban transfigurados, y su reciente disco de arias de Rossini es tan bello que hasta resultaba sospechosamente perfecto. De toda España acudieron a Peralada críticos y especialistas para escuchar el recital de este joven cantante peruano que todavía no ha cumplido los 30 años. Su nombre, Juan Diego Flórez, aún no es conocido por el gran público, pero en el mundillo melómano ya sonaba últimamente con mucha fuerza y siempre con admiración.
El resultado del recital no decepcionó ni a los más exigentes. Juan Diego Flórez exhibió una de las voces de tenor más hermosas que han aparecido en los últimos años y se reveló además como un intérprete ya muy formado que cuida el fraseo, la expresividad y el estilo.
Voz ágil y ligera
El programa del recital, canciones y arias de Mozart, Bellini, Rossini, Tosti, Donizetti y tres canciones populares peruanas para dar color y homenajear a la patria, ya anunciaba el tipo de voz con que se iba a encontrar el público: voz ágil y ligera, de poca cilindrada y poco grosor pero de cintura ligera y flexible, idónea para sortear los obstáculos. Juan Diego Flórez va de educado caballero, príncipe o trovador de los de leotardos y jubón ajustado, que languidece, melancólico, bajo el balcón de su amada y al final se suicida con fino estilete florentino cuando ésta, harta de serenatas, se fuga.
La voz, adecuadísima para el repertorio rossiniano y belcantista y para algunos papeles mozartianos, es oro puro. Apoyada en una respiración excelente, el color vocal es hermoso en todo el registro y no se altera ni descompone en el paso a la zona alta; el agudo, fácil en el do y aun en el do sostenido sobreagudo -un portento- es timbrado, brillante, luminoso, de afinación exacta. La voz no presenta aquellas nasalidades caprinas tan frecuentes en este tipo de voces ligeras y la rapidez de respuesta del diafragma permite que las agilidades rossinianas queden perfectamente articuladas.
Correctamente acompañado al piano por Vincenzo Scalera, Flórez fue pasando por los diversos autores y reveló en cada caso un conocimiento cabal del estilo, buena musicalidad y un adecuado sentido del fraseo expresivo.
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