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Reportaje:LECTURA

La xenofobia histórica hacia el vecino marroquí

La creciente acritud de las relaciones hispano-marroquíes, culminada provisionalmente en la guerra del Perejil de las Cabras, o de las Cabras de Leyla, tiene que ver, al menos parcialmente, con la imagen de los marroquíes que los españoles hemos forjado entre los siglos VIII y XXI. Todo comenzó con el avance de la Reconquista, favorecedora de la descalificación y satanización de la religión islámica, que, junto con el énfasis puesto en algunas características étnicas y físicas de sus fieles, permitió la formación de un corpus de estereotipos y clichés claramente denigratorios (impuros, traidores, falsos, malvados, pérfidos, crueles, cobardes, lascivos, etcétera).

El proceso de ennegrecimiento de la imagen de los musulmanes se intensificó entre los siglos XVI y XVIII, cuando los corsarios musulmanes llenaron de esclavos cristianos los puertos del sur del Mediterráneo. La publicística de la época, que hizo hincapié en los tormentos y martirios (en buena parte infundados) a que eran sometidos los cautivos cristianos, contribuyó a reforzar la imagen peyorativa de los musulmanes y a la explosión iconográfica del mito de Santiago Matamoros.

La imagen del magrebí en España. Una perspectiva histórica (siglos XVI-XX)

Eloy Martín Corrales Ediciones Bellaterra

El proceso de 'ennegrecimiento' de la imagen de los musulmanes se intensificó entre los siglos XVI y XVIII con los corsarios musulmanes y sus esclavos cristianos
La traumática e incompleta descolonización del Sáhara reforzó la doble imagen: moro bueno, el saharaui; moro malo, el marroquí
El franquismo triunfante oficializó la imagen respetuosa y paternalista del marroquí, sin que pudiera evitar su deterioro por diversos motivos
Los problemas no resueltos de las relaciones hispano-marroquíes fueron el pretexto para que la España liberal se embarcase en la guerra de África de 1860
También hay una visión respetuosa de los marroquíes. Con la transición, esta corriente se fortaleció con la emergencia de valores como la tolerancia y la solidaridad

A finales del siglo XVIII parecía haberse producido un cambio radical de la tendencia anterior gracias a la firma del tratado de paz con la dinastía alauí. Pero la aparición del orientalismo (que calificaba al musulmán de indolente, fanático, violento, cruel, lascivo, etcétera) y el inicio del imperialismo europeo (conquista francesa de Argelia en 1830 y española de las Chafarinas en 1848) dieron al traste con el citado cambio.

Problemas no resueltos

Los problemas no resueltos de las relaciones hispano-marroquíes (piratería rifeña, ataques a Ceuta, Melilla y a las pesquerías saharianas, etcétera) fueron el pretexto para que la España liberal se embarcase en la guerra de África de 1860, en la que los marroquíes fueron calificados de monos, perros, canallas, viles, lascivos... La guerra no resolvió ninguno de los litigios, por lo que, en 1893, la llamada guerra de Melilla fue un calco a escala reducida de la anterior.

Para entonces, las potencias europeas habían acordado el reparto del continente africano. La Conferencia de Algeciras en 1906 dio luz verde al Protectorado franco-español de 1912. La ilusión de una civilizadora 'penetración pacífica' fue muy efímera, como puso de manifiesto la derrota española en el barranco del Lobo. De nuevo reverdecieron los más denigrantes epítetos lanzados contra unos enemigos a los que se consideraba salvajes.

A medida que las tropas españolas fueron imponiendo su dominio en Marruecos, el contacto directo entre colonizadores y colonizados favoreció un mejor conocimiento de estos últimos. El marroquí sometido, que aparentemente dejaba de ser un peligro, fue contemplado de manera burlona: el salvaje de antaño pasaba a convertirse en un campesino espantado y asombrado por la tecnología y las modas introducidas por los españoles. Sin embargo, la espantosa derrota española en Annual supuso el resurgimiento de las imágenes más terribles de los marroquíes.

Posteriormente, el estallido de la guerra civil provocó la bipolarización de la imagen de los marroquíes. Los republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas periféricos presentaron a los marroquíes alistados en el bando franquista de la forma más terrible posible (traidores, crueles, cobardes, borrachos, descreídos, mercenarios, codiciosos, sodomitas que, paralelamente, ansiaban violar y asesinar a las mujeres e hijas de los republicanos). Por el contrario, los nacionales presentaron de forma respetuosa, aunque paternalista, a unos aliados tan importantes.

El franquismo triunfante oficializó la imagen respetuosa y paternalista del marroquí, sin que pudiera evitar su deterioro por diversos motivos. El recuerdo aún vivo de la guerra del Rif y de la participación de los regulares en la guerra civil reforzó una percepción muy negativa de los marroquíes entre los perdedores. Los populares tebeos canalizaron este resentimiento en las figuras del Guerrero del Antifaz, del Capitán Trueno, del Cachorro, de los Audaces Legionarios, etcétera.

La imagen oficial del marroquí se fue acercando a la de los tebeos, lo que facilitó el regreso del moro cortacabezas. Paralelamente, los verdaderos amos de las colonias africanas, los militares, fueron creando la figura del noble y valiente saharaui, siempre necesitado de la tutela española. Había surgido el enfrentamiento entre el moro bueno, el saharaui, y el moro malo, el marroquí.

La traumática e incompleta descolonización del Sáhara reforzó la doble imagen citada. La casi totalidad de la sociedad española decantó sus simpatías por los saharauis que aspiraban a crear un Estado independiente. El Ejército español sufrió la frustración de entregar el territorio a los marroquíes. Los sectores democráticos, cuya visión de Marruecos se reducía al recuerdo de los regulares en la guerra civil y a la denuncia del régimen autoritario de Hassan II, se mostraron unánimemente favorables a los saharauis. No debe extrañar que la marcha verde fuera la ocasión para tratar de nuevo a los marroquíes de monos ('Hassan de los monos'), crueles, trapaceros, incumplidores de los acuerdos contraídos, etcétera. Otros factores contribuyeron a ennegrecer la imagen de los marroquíes: los apresamientos de pesqueros españoles en el litoral sahariano; la continua reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla; los temores a una pretendida invasión de territorios españoles por los marroquíes (la 'Reconquista II' de Hassan II en Canarias); las movilizaciones de los musulmanes de Ceuta y Melilla ante la Ley de Extranjería de 1986, etcétera. Todo ello contribuyó a que se generalizara la creencia de que los marroquíes, a los que se consideraba adictos a regímenes dictatoriales, pedían continuamente y jamás daban nada a cambio. En esos momentos, para muchos era inaceptable que un país democrático como España soportara sin responder a lo que se consideraba como puras y simples provocaciones.

Solidaridad y tolerancia

A mediados de los ochenta, la prensa alertó de una supuesta 'invasión' de inmigrantes marroquíes. Para entonces, la democracia se había consolidado completamente y España fue admitida en la Unión Europea, lo que favoreció la emergencia de valores como la solidaridad y la tolerancia. Las alarmas de claros tintes xenófobos desaparecieron de los medios de comunicación, de las tribunas públicas, de los parlamentos central y autonómicos, de las cátedras universitarias, etcétera. La desconfianza, el miedo, el odio hacia los inmigrantes se refugiaron en pintadas anónimas en muros y paredes, y en las escasas publicaciones de la extrema derecha. No obstante, el triunfo de lo políticamente correcto fue más aparente que real, tal como lo evidencian los estallidos xenófobos de Terrassa, El Ejido, Premià, etcétera, y el hecho de que políticos y publicistas, émulos locales de Huntington y Sartori, se afanen en exhibir unos esbozos de políticas inmigratorias restrictivas sazonadas con opiniones claramente xenófobas. Más grave es el hecho, a estas alturas evidente, de que el Gobierno y la diplomacia españoles han hecho suyo este discurso en sus relaciones con Marruecos. En este contexto, ¿puede sorprender el vertiginoso empeoramiento de las relaciones hispano-marroquíes?

A pesar de lo anteriormente expuesto, hay que destacar que también existe una visión respetuosa, con matices, de los marroquíes.

Marruecos también tiene responsabilidad en este tema: la esclavitud de decenas de miles de españoles entre los siglos XVI y XVIII; la falta de voluntad a la hora de cumplir los tratados suscritos con España a lo largo del siglo XIX; las terribles matanzas de la guerra del Rif; la intervención marroquí en la guerra civil; el intento de apoderarse por las armas de Ifni y Sáhara en 1957-1958, la marroquinización de las empresas españolas en 1971; la expulsión de los pesqueros españoles de las aguas marroquíes y saharianas; la exhibición en ministerios e instituciones oficiales de mapas marroquíes que incluyen las Canarias, etcétera. Los citados factores han favorecido el predominio de la imagen negativa de los marroquíes. Necesitamos que los propios investigadores marroquíes nos expliquen esta parte de la historia común.

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