Ley y orden en Francia
El Gobierno conservador francés, apoyado en la abrumadora mayoría parlamentaria conseguido en junio, está pasando velozmente de las ideas a los hechos en su concepción de la seguridad ciudadana, eje de la campaña electoral del presidente Chirac. Y lo está haciendo preocupantemente, a juzgar sobre todo por el visto bueno del Consejo de Ministros al proyecto de reforma de la justicia que prevé, entre otras medidas, el encarcelamiento de menores delincuentes de 13 a 16 años si se escapan de los nuevos centros de reeducación.
El Ejecutivo esgrime encuestas que muestran que la gran mayoría de los ciudadanos favorece tanto estos centros cerrados como los llamados jueces de proximidad, no profesionales que en número superior a 3.000 recibirán competencias para entender de pequeños delitos, pero también para decidir la suerte de los adolescentes. Ambas medidas no sólo han sido criticadas por la oposición de izquierda, la judicatura y los medios más liberales. La comisión independiente sobre derechos humanos que asesora al jefe del Gobierno considera una regresión el talante represivo de la modificación del derecho penal de los menores.
Chirac y su primer ministro Raffarin han decidido hacer de la seguridad el centro de su mandato. Para que no quepa duda, la Asamblea Nacional ha aprobado en primera lectura, con la oposición socialista dividida, el proyecto de ley que dota de medios financieros sin precedentes a la gendarmería y la policía para su reorganización y ampliación. En otoño, una batería de medidas complementarias incidirá sobre aspectos como la mendicidad, la prostitución o nuevos ficheros sobre quienes no pueden comprar o tener armas.
El presidente francés y los partidos que le sostienen deben a sus promesas de dureza en cuestiones de orden público una buena parte de los votos obtenidos en los comicios presidenciales y legislativos, pero el derecho incuestionable del Gobierno a dotar al país de los medios necesarios en materia de justicia y policía para defender sus compromisos electorales no debe ejercerse a costa de hacer retroceder el sistema legal a épocas felizmente abandonadas. El predominio de medios represivos para corregir situaciones preocupantes, sin bucear en sus causas reales, es un error impropio de un régimen de libertades tan consolidado como el francés.
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