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Tribuna:TRAS EL DEBATE DE LA NACIÓN
Tribuna
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Tres buenas noticias

José Bono, que se enfrentó a Zapatero en el 35º Congreso del PSOE, concluye que el éxito de éste ante Aznar anticipa buenas noticias para el PSOE y para España.

Ante los ciudadanos, el debate sobre el estado de la nación se convierte en un examen de reválida para aquellos que lo protagonizan, y se presta especial atención a 'medir' quién gana y quién pierde, si el jefe del Gobierno o el de la oposición.

Así ha ocurrido de nuevo. El que venía desde las alturas olímpicas, donde compartió risas y cerveza con los más poderosos del planeta, ha tenido que someterse al juicio de sus humanos compatriotas. Y al pisar tierra, apeado del globo, su talla ya no es tan descomunal como la quisieran sus fieles; incluso ha servido para medir cuánto ha crecido la de Zapatero.

El veredicto mediático y el de la opinión pública han sido unánimes en esta ocasión: Zapatero ha consolidado indiscutiblemente su liderazgo. No es necesario preguntarse por los detalles cuando la respuesta inmediata ha sido tan clara.

En realidad, más interesante aún que el resultado es apreciar la tendencia que se expresa. Si aplicamos a ambos una misma imagen metafórica, bien podemos decir que, con independencia del lugar en que sean situados, el presidente del Gobierno está descendiendo peldaños de la escalera y el jefe de la oposición los está subiendo; o, de otra forma, políticamente Aznar tiene ya más pasado que futuro y Zapatero más futuro que pasado.

Lo saben hoy los seguidores de uno y de otro. Quizá los primeros puedan encontrar fácil consuelo en el hecho de que al fin y al cabo no van a contender entre sí en las elecciones generales de 2004. Torpe consuelo, porque la diversa suerte de ambos líderes representa fielmente la diversa trayectoria de los partidos que dirigen.

El líder del PSOE, día a día y aprovechando cada circunstancia, trabaja para ganar los apoyos sociales que puedan darle el triunfo electoral en 2004. Mientras tanto, el líder del PP, que dejará pronto de serlo, ocupa su cuaderno azul con sus propias cábalas para nombrar un sucesor. Esta comparación de las tareas dice por sí sola qué partido merece ganar. Y habrá de verse más claro cuando los acontecimientos vayan mostrando que Aznar gobernará cada vez menos, con menor perspectiva de futuro.

Que Zapatero ha consolidado su liderazgo lo reconocen hasta sus adversarios, aunque por desmerecer tal hecho pretendan circunscribirlo a las propias filas socialistas. Pero se equivocan. Lo mismo que cuando, durante un tiempo, han pretendido empequeñecerle ante la opinión pública lanzándole como crítica aquello de 'ponga usted orden en su casa'.

El hecho cierto es que Zapatero ha sido el líder indiscutible del PSOE desde el mismo momento de su elección como secretario general hace ahora dos años. Aquél fue el congreso vivo de un partido serio que supo dar plena legitimidad al ganador en una contienda limpia, y todos contribuimos a plantar una semilla de unidad y de futuro.

En julio de 2000, el PSOE pudo darle una buena noticia a su electorado, ofreciéndole como líder un nombre y un rostro nuevos. Ésta es la primera buena noticia que adelanta el título de este artículo: la elección de Zapatero como secretario general.

Y ahora ese hombre de rostro amable, que no se endiosa ante los suyos ni regaña a los ciudadanos cuando habla sereno del estado de la nación y de la situación de los españoles, es decir Zapatero dos años después, es el que ha dado una buena noticia a España: hay alternativa al Gobierno del PP. Ésta es la segunda.

La mayoría absoluta del PP parece tener los días tan contados como los de la presidencia de Aznar: el liderazgo social de Zapatero está en alza. El debate ha mostrado que Aznar ha aprovechado su jefatura de Gobierno para conocer más a Berlusconi y a Bush hasta hacerse amigo personal de ambos. Parece estar más cerca de estos dirigentes que de sus conciudadanos. Por el contrario, Zapatero ha aprovechado su condición de secretario general del PSOE para saber más y mejor de los problemas de España y de quienes los padecen.

Una España que no va tan bien como queremos los socialistas ni mucho menos como proclaman, cada vez con menor convencimiento, desde el Gobierno del PP. Mientras tanto, el secretario general del PSOE se está revelando como un líder de izquierda que los teóricos de la política calificarían de innovador. No es un demagogo ni un 'progre trasnochado', sino alguien a quien no podrán abatir fácilmente quienes practican las 'retóricas de la intransigencia' que buscan cortar de raíz toda aspiración de cambio.

Confío en su capacidad de innovar, concepto que cobra más sentido cuando se proyecta desde la larga y fecunda tradición de progreso que nuestro partido acumula y representa. Y comparto con él, personalmente, la alegría que tantos sentimos por su éxito meritorio en el debate.

Los españoles como nación y los socialistas como partido tenemos mucho pasado y más futuro. Zapatero personaliza ese sentimiento y la opinión creciente de que España necesita otro proyecto político. Está en el rumbo acertado: hablar y entender a la ciudadanía, cuya soberanía se expresará en las urnas en 2004.

Por si alguien propende a olvidarlo, el líder del PSOE lo recordó en el Congreso: la democracia está en el debate, no en las pretensiones 'soberanas' de los gobernantes, y la soberanía está en el pueblo. A ésta ha apelado. Obtendrá la respuesta que se merece y que los españoles necesitamos: formar un Gobierno de progreso en 2004. Ésta será la tercera buena noticia.

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