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Crónica
Texto informativo con interpretación

Un Chéjov mágico pero irregular abre un Aviñón 2002 bajo la lluvia

El director Eric Lacascade convierte al autor ruso en un europeo

Chéjov pasa por ser un ruso que se miraba en sus compatriotas con mirada de occidental o, cuando menos, de ruso muy occidentalizado. Eric Lacascade, el director y adaptador de Platonov, la pieza con la que se ha abierto en la Cour d'honneur la 56ª edición del Festival de Teatro de Aviñón, ha convertido a Chéjov en un francés más, en un europeo más, lo ha desrusificado. Una representación bajo la lluvia trajo a un Chéjov mágico e irregular.

Eric Lacascade ha situado la acción de Platonov en un espacio abstracto, convirtiendo la fiesta inaugural en casa de Anna Petrovna en una sucesión de viñetas lejanas, privando a los actores de objetos y actualizando el texto.

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Lacascade lleva años trabajando con Chéjov, ha montado tres de sus comedias antes de atreverse con el magma juvenil que es Platonov. El resultado es discutible porque las opciones del director han despojado la obra de su primera capa, la de la descripción de la cotidianidad, tan importante en el dramaturgo ruso.

La segunda capa o nivel, el psicológico, se resiente de ello y Lacascade hace que los intérpretes, en vez de discutir entorno a la botella o el samovar, corran, se agiten, hablen desde lo alto de un muro del palacio papal. Por fin, la universalidad del texto se sostiene en equilibrio precario.

Chéjov hacía tragedias a partir de lo cotidiano, de la presencia exacta de ese mundo de cada día en el escenario. Y ese mundo era ruso. El de Lacascade no.

El montaje tiene momentos mágicos, de fulgor, un formidable final del primer acto, con la desorientada esposa de Platonov yendo de un lado a otro, o una extraordinaria explosión de fuegos de artificio a la que se sumó la lluvia, mezclándose el brillo de los confetis al de las gotas.

Christophe Grégoire es un Platonov muy físico y excelente en ese registro. Comprendemos que vive sus últimas horas, que él sabe hacia dónde le conduce su respeto de la verdad, su desesperación suicida. El personaje de Anna Petrovna, de mujer enamorada incapaz de proyectarse en el futuro, es magnífico en la composición de Murielle Colvez. Y el propio Lacascade, como Ossip, el ladrón, el asesino, el destino de Platonov, también brilla en un conjunto de actores excelente pero al que le falta, tal y como sucede a menudo, una paleta más amplia de edades, es decir, de registros.

La lluvia no interrumpió la representación pero aceleró la huida de buena parte de los 1.900 espectadores que llenaban la Cour d'honneur. Esa retirada masiva de público al que las casi cinco horas de montaje le parecieron excesivas, nos permitió descubrir que la nueva gradería de la Cour d'honneur no amortigua el ruido de los pasos.

Por otra parte, el sistema de sonorización individual -cada silla tiene un pequeño altavoz situado en el respaldo de la de delante- no funcionó, y es imposible pronunciarse pues sobre las virtudes de la técnica del drive in o autocine aplicada al teatro.

En cambio, lo que sí permitió descubrir el que no marchara esa amplificación de los susurros fue que la opción tan física de Lacascade para Platonov evitaba el tener que poner la mano detrás de la oreja para oír algo de lo dicho desde una boca de escenario de 35 metros de obertura y otros 35 de altura. Un pequeño consuelo.

En la amplia programación del festival de este año predominan los montajes realizados con ayudas oficiales. Otra aportación fundamental es la de la Asociación de los Derechos de los Artistas, Músicos e Intérpretes (ADAMI). 'Nosotros ayudamos a siete montajes dentro de la selección oficial. Es una subvención a la creación de 30.000 euros por espectáculo', explica una portavoz de la asociación.

'En el festival off también intervenimos de distintas maneras. Económicamente, respaldando 35 compañías, pero también a través de consejos jurídicos, organizando debates y editando el anuario', añade el portavoz.

Y no puede olvidarse que también juega un papel el haber restablecido unos vínculos sólidos con una sala parisiense, concretamente con el Théâtre de la Ville, que estrenará luego, en otoño e invierno, varios de los montajes musicales que desfilan por Aviñón, así como Minetti, el texto de Bernhard que interpretará Michel Bouquet.

Con ayudas públicas

El presupuesto del programa del Festival de Aviñón 2002 es de 8.260.000 euros, de los cuales el 57% lo aportan subvenciones públicas, un 26% sale de la venta de entradas de los espectáculos con taquilla -hay una amplia propuesta de montajes e intervenciones en las calles y plazas de la ciudad- y el 17% restante corre a cuenta, sobre todo, de patrocinadores privados. Entre las ayudas públicas el Estado asume la parte más importante -un 32,5%-, seguido de la ciudad y, a distancia, del Departamento (provincia) y la Región. El total es superior, en más de 800.000 euros, respecto al de la edición 2001. 'Esa ayuda suplementaria de los poderes públicos es lo que nos permite que la mitad de los espectáculos presentados sean creaciones y que el festival pueda jugar un papel como coproductor de los montajes', explica Bernard Faivre d'Arcier, director del certamen.

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