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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El embudo Irale

Como cada año, desde hace ya unos cuantos, nos enfrentamos al enigma Irale: la prensa se hace eco del tozudo 70% de suspensos en la acreditación de perfil lingüístico y el resto de los ciudadanos acaba dudando del aprovechamiento que los profesores hacemos de nuestra liberación docente y de la capacidad profesional que acreditamos en su día. Los sindicatos, por su parte, no encuentran mejor quehacer que pedir conmiseración a la Administración nacionalista para que en la nota final se tenga en cuenta lo bien que nos hemos portado durante el curso, haciendo así evidente que, en nuestro caso, el esfuerzo y la capacidad personales resultan inútiles: la mayoría de los profesores no aprobaremos y necesitaremos que los corazones de Irale cierren los ojos ante nuestra objetiva incompetencia lingüística en euskera. ¿Pero nadie tiene curiosidad por compararla con la competencia de esos mismos examinadores en castellano, para poder jugar a negarles la capacidad de dar clase en esa lengua? No. Es la ley del embudo Irale.

El enigma Irale no es difícil de desentrañar: si la Administración nos empuja con vehemencia a acreditar el perfil, y a algunos nos convierte en funcionarios intinerantes con el argumento de que la tasa de natalidad ha descendido, para Irale esa clientela se mantiene gracias a los suspensos, gracias al embudo Irale donde queda atrapado ese 70% anual. Además, la finalidad del examen de perfil no es acreditar, como se nos hace creer, un nivel de competencia lingüística adecuado a nuestro trabajo, sino que es, de hecho, una oposición con un número de plazas limitado cada año. No se trata de llegar a la meta (de adquirir tal nivel de competencia) sino de llegar entre los treinta primeros de cada cien cada año.

La Administración nacionalista, siempre insatisfecha y anhelante, copia el estilo Franco de posguerra e invalida la moneda en curso, le cambia la efigie y hace que nuestro dinero (nuestro título de funcionario de carrera) tenga un valor provisional y relativo, en tanto no hayamos pasado su estrecho peaje (solo caben 30 de cada cien). También parece inspirarles Franco a la Administración y a Irale en la habilidad de convertir en aborrecible lo que no lo es, de írsele la mano con la sal y estropear la labor de algunos profesores de euskaltegi excelentes y de escritores como Saizarbitoria, que nos hacen descubrir el placer de leer en euskera.

Claro que algunos ciudadanos no hemos venido al mundo sino para satisfacer los deseos de esta Administración insaciable, en nuestra triste condición de españoles. Y si te plantas, te caerá una bofetada de la larga mano del conflicto vasco, sólo por decir que tú también tienes deseos y el derecho a satisfacerlos, porque sólo hay una vida y, qué narices, quieres aprovechar la oportunidad.

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