A 7 kilómetros de aguas libres
El tiempo no perdona. Y menos cerca del Polo Sur. La expedición científica rusa que ha quedado atrapada en el mar helado de la Antártida emprendió su regreso mucho más tarde de lo habitual (marzo o abril) por problemas logísticos. El barco previsto para recoger a las dotaciones que habían trabajado en las bases, un rompehielos ruso, no estaba listo para la operación. Los rusos contrataron entonces los servicios del
Magdalena Oldendorff,
que previamente había recogido a la expedición india al sexto continente.
El
Magdalena Oldendorff,
un buque de propiedad alemana y bandera de conveniencia de Liberia, ha quedado preso junto a las aguas libres. Según la versión difundida por Reuters de uno de los pilotos surafricanos que ayer voló hasta el buque, el navío está bloqueado por una capa de hielo de 70 o 80 centímetros de grosor a sólo unos 7,5 kilómetros de una zona de aguas libres.Sin embargo, es muy posible que tras esa zona de mar abierto existan más bancos de hielo, lo que explicaría que el barco surafricano que ha acudido el primero al rescate se haya detenido a 350 kilómetros del navío de la empresa alemana Oldendorff.
El buque preso del hielo, de 18.000 toneladas, es incapaz de romper esa capa blanca de menos de un metro. Esa tarea correrá a cargo del rompehielos argentino
Almirante Irízar,
que zarpó el sábado del puerto de Buenos Aires y ayer hizo escala cerca de Bahía Blanca para cargar combustible y dos helicópteros. Este buque es capaz de romper superficies marinas heladas de hasta siete metros de espesor. Se espera que llegue a la zona del apresamiento a partir del 4 de julio.
El rescate de los pasajeros -comenzado ayer en dos helicópteros- es el primer paso en este tipo de operaciones. El segundo es liberar el barco, a bordo del cual debe quedar buena parte de la tripulación. Para ello, el rompehielos debe navegar cerca del buque apresado para abrir canales. El Ministerio de Defensa argentino ha contratado el viaje por 2,8 millones de dólares.
El incidente preocupa al comité científico de la Antártida (SCAR), ya que desconoce si el
Magdalena Oldendorff
dispone, o no, del informe de impacto ambiental preceptivo para operar en el continente blanco, tal como establece el Tratado Antártico.
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