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Cristina Iglesias reúne en Oporto momentos esenciales de su obra

Las obras de la escultora vasca ocupan ocho espacios del museo

Hoy, en el Museo de Arte Contemporáneo de Oporto, se inaugura una importante muestra de la escultora vasca Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956). La exposición, que ocupa ocho espacios del impresionante edificio concebido por el arquitecto portugués Álvaro Siza, viajará con posterioridad al Museo Whitechapel de Londres, al Museo de Arte Contemporáneo Irlandés de Dublín y a la Fundación Artesia de Bruselas.

'Para mí, esta exposición tiene un valor muy especial, por varios motivos', afirma Cristina Iglesias. 'En primer lugar, porque ocurre en un momento muy delicado de mi vida, desde el punto de vista personal [el verano pasado murió su marido, el escultor Juan Muñoz]. Desde el punto de vista de mi obra, mi vocabulario como artista ha alcanzado un momento en el que me resulta posible conjugar de una manera más visible capas y elementos que anteriormente podían parecer más impenetrables. Por otra parte, me causa una gran satisfacción que mi obra se muestre en un contexto de exposiciones organizadas en Serralves por el director del museo, Vicente Todolí, que ha reunido a artistas de gran envergadura procedentes de todo tipo de ámbitos culturales'.

En cuanto a la exposición, Cristina Iglesias considera: 'Sin ser una retrospectiva, recoge momentos fundamentales de toda mi trayectoria en un momento en que mi obra está abriéndose a posibilidades nuevas, como las esculturas de agua. Así, elementos y temas que aparecen en mi obra de modo obsesivo se mezclan con otros que surgen por primera vez, creando toda una nueva red de significados'.

Cristina Iglesias sugiere que la entrevista se haga efectuando un recorrido por las salas del Museo Serralves. Propone empezar frente a un conjunto de cinco celosías, unos imponentes cubos formados por superficies enrejadas y que simbolizan uno de los elementos más representativos de su obra. Deteniéndose delante de la primera celosía, llama la atención sobre la existencia de textos literarios ocultos en estas y otras de sus obras:

'La estructura es fragmentaria, de una apariencia ornamental, geométrica, sin más', explica la artista. 'Sin embargo, en las retículas se reproducen textos que no se ven de manera inmediata. Presentarlos así no obedece a un afán de invisibilidad tanto como a permitirles que existan de una manera más compleja'. Los fragmentos narrativos que se encierran en las piezas proceden de obras literarias muy diversas: 'Una de las celosías incluye un texto tomado de Au Rebours, de J. K. Huysmans. Se trata de un fragmento titulado Contra natura, y es una descripción de un juego de cajas chinas: como una habitación dentro de una habitación. En otra incorporo la descripción de un jardín, tomado de Impressions d'Áfrique, de Raymond Roussell'.

La importancia de la literatura se hace también muy patente en otra sala donde Cristina Iglesias ha creado una suerte de textos permeables, trenzados en unas esteras de esparto, suspendidas del techo a varios niveles. 'Al levantar la mirada, el espectador ve a través del trazado narrativo. A su vez, la sombra de las palabras cae proyectada sobre él. En este caso, he elegido un fragmento del Vathek, de William Beckford. Se me ocurrieron otras posibilidades, como Italo Calvino o Arthur C. Clarke. Y aunque parezcan muy diversos, tienen todos algo en común, y es que describen con extraordinaria precisión espacios que pertenecen al ámbito de la fantasía pura'.

Junto a piezas que sugieren ambientes laberínticos y otras cargadas de elementos enigmáticos, hay en esta antológica otros elementos clásicos de su obra, como las serigrafías en cobre de gran tamaño y los tapices, que la artista sitúa en relaciones insólitas con las paredes de las salas. La exposición incluye, además, un vídeo de gran interés, titulado Guided tour, realizado con la artista italiana Caterina Borelli. De especial relevancia en esta muestra son las maquetas de obras públicas que está llevando a cabo en la actualidad junto con grupos de arquitectos en lugares como Madrid, San Francisco y Amberes. 'Se trata de unas piezas en las que el elemento escultórico central es el agua. Concebidas según los casos como ríos, o lagos, lo que hago es jugar con la movilidad del agua, introduciendo un elemento de relación con el tiempo y con la vida del espectador. En una de ellas, por ejemplo, se crean mareas. Por medio de un programa de ordenador, el agua atraviesa cuatro fases. Por ejemplo, delante del Museo de Amberes, el lago -que tiene unas dimensiones de 50 por 20 metros- aparece sucesivamente lleno o vacío, de modo que el agua funciona como espejo y luego, lentamente, va dejando al descubierto un fondo floral. La relación del espectador con el entorno cambia sin cesar, provocando así diversos estados de ánimo'.

El laberinto y la piedra

La obra de Cristina Iglesias siempre ha remitido a la idea del laberinto: 'En este caso hay dos espacios cerrados que no se encuentran', explica la escultora vasca. 'Desde cada lado de la sala se entra en un pasaje en penumbra, bañado por una luz muy tenue, que desciende del techo y que ilumina lo suficiente como para que se aprecien los relieves florales de las paredes. Se entre por donde se entre, al final de cada pasadizo se desemboca en una pared que no permite la comunicación con el otro lado. Lo que quiero es provocar una inquietud en el espectador, que llegue a preguntarse si no ha llegado a un lugar después del cual se ha terminado el espacio, a su límite mismo'. Un poco más allá, en una sala dominada por un gigantesco ventanal que se abre a los jardines de Serralves, se encuentra una de las piezas más características del hacer escultórico de Cristina Iglesias: una enorme superficie de piedra, recubierta de motivos que remiten a un fondo marino. La obra pende del techo, sostenida por un complejo juego de cables. 'Esta pieza ha estado en varios museos, en diversas partes del mundo, y siempre cambia. Pero aquí, en Serralves, resulta aún más enigmática, porque se transforma ante los ojos mismos del espectador, que desciende por la rampa hasta quedar sumergido bajo ella. Lo que logro poner en suspenso es la relación entre lo que está arriba y lo que queda abajo. La percepción del espacio queda así completamente trastocada'.

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