Rescate de una leyenda
Machín, toda una vida es una de esas películas en las que el espectador, si ama lo que ocurre en la pantalla, puede cerrar los ojos y echarse a oír, porque eso que ocurre es, ante y sobre todo, una secuencia de sombras de viejos sonidos vivos y húmedos, que llenan toda una página del relato sentimental, en clave de bolero llorado, de la vida de Cuba (donde nació y se hizo Antonio Machín) y, sobre todo, de España (donde un día varó su camino y se quedó).
Algunas de las músicas que susurra la zona dulce, e incluso dulzona, de las lúgubres oscuridades de la España de los años cuarenta, cincuenta y sesenta -e incluso posterior si se recuerda el desparpajo libertario de aquel delicioso cortometraje de José Luis García Sánchez en que Antonio Gamero está Loco por Machín- se escaparon de la voz de aquel gran sonero metido a bolerista. Y estas músicas se oyen en los interiores de esta bella película didáctica, hecha de forma exacta y enamorada, con rigor y delicadeza, por un grupo de gente luminosa y seducida por lo que hace -cosa que se percibe materialmente en la pantalla-, encabezado por Nuria Villazán.
MACHÍN, TODA UNA VIDA
Dirección: Nuria Villazán. Guión: Franklin J. díaz, Nuria Villazán. Intervienen: Sara Montiel, Antonio Canales, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Antonio Gala, Los Piratas, Amparanoia, Vieja Trova Santiaguera, Caco Senante, Nancho Novo y los Castigados sin postre, Nilo M.C., Cristina del Valle, Botafogo y músicos. Género: documental, España 2002. 90 minutos.
Es libre hondo y ancho este bello rescate (en forma de puzzle apoyado en un admirable ejercicio de montaje) de una leyenda que no cesa.