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'Cada vez es más difícil movilizar a la gente, pero es necesario para mejorar'

La huelga fue un éxito: toda la Pegaso paró. Pero él, un joven de 26 años que llevaba días preparándola, pasó la noche en la cárcel. Después le siguieron otros 53 días en prisión y a la salida le esperaba la carta de despido, que no incluía ninguna indemnización. Fue en la Barcelona de 1958, subyugada por el franquismo, cuando Tomàs Antón participó en su primera gran huelga y aprendió algo que hoy sigue teniendo claro: 'Para mejorar nuestras condiciones de vida, los trabajadores tenemos que luchar'.

Antón, de 70 años y afiliado a la Comisión Obrera Nacional de Cataluña (CONC), participó ayer en la huelga general con el mismo entusiasmo que aquel lejano día de 1958. Acudió por la mañana a la sede central del sindicato, en la Via Laietana de Barcelona, para participar con sus compañeros de la Federación de Pensionistas y Jubilados en tareas de información y participar en la manifestación.

Como vive en Nou Barris, tardó una hora y media en hacer el recorrido a pie, y por la noche destinó el mismo tiempo a regresar. Pese a su edad, dice que lo hizo 'encantado', con una gorra del sindicato en la cabeza y con los ojos bien abiertos para pulsar el ambiente de la huelga.

A pesar de que el derecho de huelga está protegido hoy por la Constitución y que España es una democracia, Antón considera que 'cada vez es más difícil organizar una huelga', especialmente si se compara la experiencia de 1988 -la primera huelga general de CC OO y UGT contra el Gobierno de Felipe González- con las condiciones en que se organizó la de ayer. 'La gente es cada vez más pasota e individualista, y los valores del compañerismo y de la solidaridad se van perdiendo', afirma.

Pese a ello, la huelga sigue siendo a su juicio un instrumento 'muy importante' para que los trabajadores mejoren su situación. El veterano sindicalista admite que la precariedad de muchos contratos actuales dificulta la participación en las huelgas, especialmente entre los más jóvenes, pero a renglón seguido subraya que la situación era antes mucho peor y que había gente dispuesta a arriesgarse. 'Es cierto que todavía ahora te pueden despedir por ir a una huelga, pero antes te despedían y además podías ir a la cárcel'.

Antón conoció el despido en más de una ocasión. La experiencia de Pegaso de 1958 no le amedrentó. En 1964 fue despedido de otra empresa -Saeta- tras otra huelga y lo mismo le sucedió en 1972, cuando se vio forzado a dejar Aiscondel después de organizar un paro de un mes y medio de duración. 'Entonces todas las huelgas, por localizado que fuera el conflicto laboral, eran también políticas y una amenaza para el franquismo', explica el sindicalista, quien, paradójicamente, terminó su vida laboral en Pegaso, la misma empresa en la que empezó a trabajar con 14 años y que le despidió por agitador. La ley de amnistía de 1977 obligó a Pegaso a readmitirle y pese a los años transcurridos Antón recuerda que se encontró casi con la misma maquinaria.

Los sinsabores de tantos despidos no han minado la convicción de este obrero de que 'la situación de los trabajadores sólo se mejorará luchando'. En su primera huelga, la de Pegaso de 1958, la plataforma impulsada por los sindicalistas que se infiltraron en la estructura laboral franquista de la empresa, tenía como uno de sus principales reivindicaciones la jornada laboral de 48 horas. En 1972, uno de los objetivos de la huelga impulsada por Antón ya eran las 40 horas semanales. Le despidieron, pero la empresa aceptó esta demanda. Ahora defiende la necesidad de las 35 horas. 'Sigue habiendo muchos motivos por los que luchar, en derechos sociales España sigue a la cola de Europa', afirma el veterano sindicalista, quien recuerda con nostalgia algunos de los logros que alcanzó cuando estaba en activo, como la creación de una biblioteca en la empresa. Eran otros tiempos.

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