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Reportaje:LA INMIGRACIÓN

El problema (además) de aprender catalán

Miquel Noguer

El mapa de la inmigración en España es tan variado como difícil de afrontar con una única política de integración. Cataluña es el paradigma de esta variedad, ya que, a diferencia de Madrid y otras zonas de España, la mayor parte de sus inmigrantes no son hispanoamericanos, sino marroquíes, paquistaníes y del África subsahariana. Estos colectivos tienen más problemas que los latinos a la hora de adaptarse al país de acogida, ya que al desconocimiento de la lengua se suman unas diferencias culturales a menudo abismales. Que inciden además sobre una comunidad en la que la defensa de su propia identidad es considerada una prioridad política.

Cataluña, que acoge el 25% de los inmigrantes que hay en España, tiene el reto de integrar a 206.442 extranjeros no europeos sin que ello le obligue a renunciar a su identidad. Una sola cifra basta: sólo el 20% de los nuevos llegados a Cataluña proceden de países de habla hispana. En Madrid, este colectivo supera el 50% del total. Marruecos, China, Pakistán, Gambia y Senegal son algunos de los países que aportan más inmigrantes a Cataluña.

La Generalitat ha firmado un acuerdo con el Consejo Islámico para enseñar la lengua y la cultura catalanas a unos 40 responsables de las mezquitas

Las diferencias entre comunidades son palpables. Si la inmigración marroquí sólo supone el 10% de los inmigrantes regularizados en Madrid, la cifra se dispara hasta el 30% cuando se habla de Cataluña. Pero hay más diferencias: el colectivo paquistaní afincado en España tiene Cataluña como centro neurálgico. En esta comunidad vive el 90% de los 13.000 paquistaníes regularizados en España.

La procedencia de estos extranjeros, junto a sus problemas sociales, hace que pocos logren conocer la realidad social catalana y, más concretamente, su lengua. Y es que para muchos de ellos el castellano ya es toda una novedad y no pueden restar horas de su jornada laboral para aprender un segundo idioma, el catalán, que, pese a abrirles muchas puertas en Cataluña, les resultará a todas luces inútil si se trasladan a otra comunidad. Ello crea recelos en amplios sectores de la sociedad de acogida. Y ha sido esto lo que ha causado roces entre algunos líderes políticos y representantes de las comunidades de inmigrantes.

El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, incidió en esta cuestión al criticar, hace unas semanas, que el presidente del Consejo Islámico de Cataluña, Mohamed Resae no hable 'ni una palabra de catalán ni castellano', pese a llevar ocho años en la comunidad. El líder religioso respondió afirmando que una persona puede vivir 12 años en un país sin entender su idioma. 'Siempre se puede recurrir a un intérprete', señaló.

Para evitar estas tensiones, la Generalitat ha firmado un acuerdo con el Consejo Islámico para enseñar la lengua y la cultura catalana a unos 40 imames. Y es que la formación de los responsables de las mezquitas preocupa a amplios sectores de la sociedad. La arabista Teresa Losada, afirma que 'el 90% de los imames que hay en Cataluña tienen una formación muy pobre, ya que no han estudiado en ninguna madraza (escuela del Corán)'. A ello se suma que la figura del imam es, a menudo, un reflejo de la comunidad que lo sustenta. Muchos de los responsables de las mezquitas son simples inmigrantes que aprovechan sus conocimientos más o menos profundos del Corán para dirigir las oraciones. 'En los países islámicos muchas de estas personas no podrían ejercer como imam, aquí lo hacen porque la comunidad no puede pagar a una persona con la debida formación'.

El mapa de la inmigración en España es tan variado como difícil de afrontar con una única política de integración. Cataluña es el paradigma de esta variedad, ya que, a diferencia de Madrid y otras zonas de España, la mayor parte de sus inmigrantes no son hispanoamericanos, sino marroquíes, paquistaníes y del África subsahariana. Estos colectivos tienen más problemas que los latinos a la hora de adaptarse al país de acogida, ya que al desconocimiento de la lengua se suman unas diferencias culturales a menudo abismales. Que inciden además sobre una comunidad en la que la defensa de su propia identidad es considerada una prioridad política.

Cataluña, que acoge el 25% de los inmigrantes que hay en España, tiene el reto de integrar a 206.442 extranjeros no europeos sin que ello le obligue a renunciar a su identidad. Una sola cifra basta: sólo el 20% de los nuevos llegados a Cataluña proceden de países de habla hispana. En Madrid, este colectivo supera el 50% del total. Marruecos, China, Pakistán, Gambia y Senegal son algunos de los países que aportan más inmigrantes a Cataluña.

Las diferencias entre comunidades son palpables. Si la inmigración marroquí sólo supone el 10% de los inmigrantes regularizados en Madrid, la cifra se dispara hasta el 30% cuando se habla de Cataluña. Pero hay más diferencias: el colectivo paquistaní afincado en España tiene Cataluña como centro neurálgico. En esta comunidad vive el 90% de los 13.000 paquistaníes regularizados en España.

La procedencia de estos extranjeros, junto a sus problemas sociales, hace que pocos logren conocer la realidad social catalana y, más concretamente, su lengua. Y es que para muchos de ellos el castellano ya es toda una novedad y no pueden restar horas de su jornada laboral para aprender un segundo idioma, el catalán, que, pese a abrirles muchas puertas en Cataluña, les resultará a todas luces inútil si se trasladan a otra comunidad. Ello crea recelos en amplios sectores de la sociedad de acogida. Y ha sido esto lo que ha causado roces entre algunos líderes políticos y representantes de las comunidades de inmigrantes.

El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, incidió en esta cuestión al criticar, hace unas semanas, que el presidente del Consejo Islámico de Cataluña, Mohamed Resae no hable 'ni una palabra de catalán ni castellano', pese a llevar ocho años en la comunidad. El líder religioso respondió afirmando que una persona puede vivir 12 años en un país sin entender su idioma. 'Siempre se puede recurrir a un intérprete', señaló.

Para evitar estas tensiones, la Generalitat ha firmado un acuerdo con el Consejo Islámico para enseñar la lengua y la cultura catalana a unos 40 imames. Y es que la formación de los responsables de las mezquitas preocupa a amplios sectores de la sociedad. La arabista Teresa Losada, afirma que 'el 90% de los imames que hay en Cataluña tienen una formación muy pobre, ya que no han estudiado en ninguna madraza (escuela del Corán)'. A ello se suma que la figura del imam es, a menudo, un reflejo de la comunidad que lo sustenta. Muchos de los responsables de las mezquitas son simples inmigrantes que aprovechan sus conocimientos más o menos profundos del Corán para dirigir las oraciones. 'En los países islámicos muchas de estas personas no podrían ejercer como imam, aquí lo hacen porque la comunidad no puede pagar a una persona con la debida formación'.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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