La Documenta explora los géneros del arte
La 11ª edición de la muestra de Kassel se abre al público durante los próximos 100 días
La buena acogida a la propuesta de la Documenta de Kassel no quiere decir que entre los expertos no se escuchen también críticas, sobre todo de algunos de los más veteranos visitantes de esta muestra que cada cinco años se realiza en Kassel, y que echan en falta propuestas realmente novedosas y lamentan su carácter excesivamente 'sociológico'.
El juicio de uno de los más conocidos críticos de arte de Italia, formulado durante una de las recepciones que han acompañado la inauguración de la Documenta, es contundente: 'Me parece un asco. Esto no es arte. Es sociología'. Es evidente, de hecho, que muchas de las alrededor de 450 obras de 116 artistas expuestas en Kassel son ante todo descripciones y reflexiones sobre el desorden social que impera en el mundo.
Que ello reste méritos a la Documenta, sin embargo, ya es hari-na de otro costal, como demuestran los primeros comentarios, en su mayoría muy positivos, publicados en la prensa de habla alemana este fin de semana. Recorrer la muestra, se lee allí, permite ver el mundo concebido tanto desde el centro occidental como desde la periferia africana, latinoamericana o asiática con otros ojos.
Por ejemplo, en tres amplias salas de la antigua cervecería Binding hay una conmovedora exploración fotográfica de Allan Sekula (Erie, EE UU, 1951) sobre los cambios experimentados en la industria naviera y pesquera durante las últimas décadas: desde el microcosmos de los astilleros coreanos, pasando por la organización sindical en el puerto de Barcelona, hasta llegar a la demolición de un burdel para marineros en Estados Unidos. 'Lo que hace arte muchas de las obras de la Documenta es que siempre hay una dimensión que excede la pura información', explica el vicecomisario Carlos Basualdo. 'Esto es lo propiamente estético: arrastrar la experiencia e intentar superarla'.
No cabe, por lo demás, proclamar un regreso al arte protesta. No hay en esta Documenta, ciertamente una de las más políticas de las realizadas hasta la fecha, ninguna obra panfletaria. No lo es ni la violenta performance de Tania Bruguera (Havana, 1968) -un simulacro de fusilamiento e interrogatorio, con reflectores que ciegan y el aterrador ruido de botas militares y traqueteos de fusil-, ni la imaginativa contribución de María Eichhorn (Bamberg, Alemania, 1962), que expresamente ha fundado para la Documenta una sociedad accionarial cuyo único objetivo es 'administrar y mantener invariable' su patrimonio inicial, 50.000 euros expuestos en una vitrina.
La Documenta tampoco se agota en la exploración del contexto social y político del arte 'transnacional' proclamado por Enwezor. Otra constante, por ejemplo, es la indagación sobre las relaciones entre los diversos géneros artísticos, y sobre todo entre el arte visual y el texto escrito y el sonido. Hay mucho, muchísimo que leer en esta Documenta 11, desde la proyección de extractos de la enciclopedia de los hermanos Grimm generados por ordenador (Ecke Bonk, Berlín, 1953), hasta la transcripción de entrevistas sobre el sentido de la vida y del arte con ciudadanos comunes y corrientes (Ben Kinmont, Burlington, EE UU, 1963). La pintura, en cambio, es muy escasa: 'A nosotros nos ha interesado más la traducción de su tradición visual a otros formatos, como la fotografía o los vídeos', explica el vicecomisario argentino.
Babelia
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