La Documenta de Kassel recoge el arte transnacional de la 'sociedad poscolonial'
La violencia, el destierro y la inmigración son los temas dominantes de la exposición
Es ni más ni menos que el intento de plasmar en una sola muestra todo 'el mundo cultural y artístico de hoy día', el arte 'transnacional', según recordó ayer, en la presentación, el comisario de la Documenta 11, el nigeriano Okwui Enwezor. La muestra, considerada la más importante de todas las exposiciones de arte contemporáneo, se podrá visitar desde mañana y durante 100 días en Kassel, una pequeña ciudad alemana de 200.000 habitantes. Son 116 los artistas invitados por Enwezor y su equipo de seis vicecomisarios (en el que figura el español Octavio Zaya). La Documenta presenta obras de dos españoles: el fallecido Juan Muñoz y el cineasta catalán Pere Portabella.
Las nacionalidades son lo de menos: el propósito declarado de la Documenta es mostrar un arte 'transnacional' que reflexiona sobre un mundo que, a veces, pareciera 'desmoronarse'. Okwui Enwezor, ciudadano estadounidense de 39 años nacido en Nigeria, es el primer no europeo que dirige la muestra que cada cinco años congrega en Kassel a artistas, críticos y amantes del arte de todo el mundo. Cabría pensar -como, de hecho, afirmó ayer la vicecomisaria norteamericana Susanne Ghez- que este origen del comisario conlleva el desembarco en la Documenta del Tercer Mundo, pero esto no es del todo correcto.
Por un lado, porque la mayoría de los artistas invitados siguen proviniendo de Europa y Estados Unidos (dos de ellos, de España: el fallecido Juan Muñoz y el cineasta catalán Pere Portabella), y, por otro, porque las fronteras nacionales desde hace tiempos se han diluido, con muchos latinoamericanos, africanos o asiáticos trabajando en las metrópolis industrializadas, y muchos europeos y estadounidenses que se inspiran en otras partes del mundo.
Extrañamente, en la rueda de prensa de ayer no se habló ni una sola vez de globalización. Enwezor prefiere otro marco conceptual y suele referirse a la 'sociedad poscolonial'. 'La cuestión común que afrontamos es cómo vivimos las profundas irrupciones históricas que vinieron después de la época del imperialismo', sostuvo. 'Esto no es en absoluto ajeno a Occidente. También Occidente se ha visto profundamente marcado por este proceso'.
Trágicamente, los atentados terroristas del 11 de septiembre confirmaron esta interpretación, según recordó ayer otro de los colaboradores de Enwezor, el argentino Carlos Basualdo. Estas y otras cuestiones teóricas -como 'el proceso inconcluso de la democracia'- fueron discutidas ya en varios foros públicos, las llamadas plataformas en Viena, Berlín, St. Lucia, Nueva Delhi y Lagos, que precedieron la muestra.
Hasta ahí, la teoría, imprescindible para poder pensar, situar y seleccionar el arte contemporáneo, según se destacó ayer muchas veces. 'Pero ahora ha llegado el momento de la traducción entre aquello que se puede decir y aquello que no se puede decir', formuló otro de los vicecomisarios, el surafricano Sahat Maha-raj.
Entre los artistas invitados a la exposición -que comprende cinco edificios, entre ellos el tradicional Museo Fridericianum, y varios escenarios alternativos- figuran valores consagrados como el canadiense Jeff Wall, que con ésta ya lleva tres Documentas, y la francesa Louise Bourgeois, y muchos jóvenes, ya sea relativamente desconocidos, como el italiano Giuseppe Gabellone, o famosos, como la cubana Tania Bruguera.
'Lo que distingue a la Documenta es que su ritmo es muy lento. La muestra se prepara durante tres o cuatro años. Ello imposibilita hacer pronósticos sobre el futuro del arte contemporáneo, pero sí permite realizar un diagnóstico del presente', explicó ayer Enwezor. El comisario evitó identificar 'un tema unificador' y más bien prefirió hablar de un 'escenario artístico transnacional' con propuestas y técnicas muy diversas.
Un mundo convulsionado
Un primer recorrido por el Fridericianum permite comprender mejor a qué se refiere Enwezor cuando habla de una 'sociedad poscolonial' profundamente convulsionada. La violencia y su reflejo artístico son omnipresentes, desde las sillas destrozadas con las que la colombiana Doris Salcedo evoca la hecatombe del Palacio de Justicia en Bogotá, en 1985, pasando por las imágenes posteriores al genocidio ruandés captadas en vídeo por el israelí Eyal Silvan, hasta llegar a un pequeño cuarto en la torre del Fridericianum, en el que una artista croata, Sanja Ivekovic, ha montado una especie de centro de documentación sobre la muerte de su propia madre, en Auschwitz. Otra constante, coherente también con los planteamientos del comisario, es el tema del destierro y la inmigración. La cineasta belga Chantal Akerman, por ejemplo, ha contribuido con una instalación de vídeo que retrata estampas de la frontera entre México y Estados Unidos y en la que, en una pantalla grande, a través de Internet, se transmiten imágenes en vivo de aquella brecha entre el Norte y el Sur. Muy cerca de allí se puede contemplar también un trabajo de la iraní Shirin Neshat sobre un jardín Edén en medio de un desolado paisaje montañoso. Las imágenes fueron filmadas en Oaxaca, México. La artista vive en Nueva York.
Babelia
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