Descargarse de razón
La Conferencia Episcopal Española, a través de su comité ejecutivo, critica lo fácil, las tergiversaciones y simplificaciones de que ha sido objeto la pastoral de los obispos vascos, para no tener que pronunciarse sobre lo difícil: lo que en el escrito de los prelados de Euskadi resulta de difícil justificación. La torpeza del Gobierno (y de algunos medios de comunicación más papistas que el Papa) ha facilitado, así, la faena de aliño con que el episcopado ha despachado el asunto.
El escrito del comité ejecutivo combina obviedades poco comprometidas (como que reconoce al Estado la facultad para dictar leyes sobre constitución, funcionamiento y disolución de partidos) con un severo juicio contra quienes han desfigurado el sentido de la pastoral, haciéndola decir lo que realmente no decía. Aunque eviten nombrar al pecador, el reproche va muy especialmente dirigido al presidente Aznar, que resumió la pastoral diciendo que defendía que lo mejor para las víctimas era que los criminales anduvieran sueltos.
El Gobierno consigue así cosechar en dos días consecutivos sendas reprimendas, la de los jueces y la de los obispos, ambas por la desmesura de sus reacciones frente a pronunciamientos que le disgustan. Especialmente meritorio es que las que siguieron al auto del Supremo sobre el caso Otegi consiguieran el rechazo unánime del Consejo del Poder Judicial, tan dividido en todo lo demás. Son los efectos del estilo que se ha impuesto en Moncloa y alrededores desde que el presidente hizo pública su decisión de no volver a ser candidato. Un estilo malhumorado que lo mismo le lleva a decir que se propone ganar el partido de la huelga (¿ganar a quién, contra quién?) que a convertir el drama de la inmigración en la cuestión de cómo evitar que Europa 'sea un coladero'. Todo un carácter.
La pastoral es criticable porque, aunque no hayan dicho lo que Aznar dice que ha dicho, los obispos sí han emitido un mensaje que será muy representativo del pensamiento medio del clero vasco actual, pero que no lo es del sector de su feligresía que más padece algunos de los males que la propia pastoral denuncia y otros que olvida mencionar. La Conferencia Episcopal asume la denuncia de los obispos vascos contra la identificación entre nacionalismo y terrorismo, pero no dice nada de la que cada día se establece en Euskadi entre partidos no nacionalistas y franquismo, por ejemplo. Tampoco critica la equiparación entre fuerza bruta e imperio de la ley, ni la relativización de las relaciones entre ETA y Batasuna, entre otras cuestiones discutibles de la pastoral. El Gobierno contaba con buenos argumentos para hacer frente a esas posiciones, pero ha cargado con tanto tremendismo que ha acabado por perder la razón. Y los obispos la han cogido al vuelo.
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