Dos coleccionistas critican que se copien muebles del Palau Güell
Kiki y Pedro Uhart son coleccionistas de obras de arte. Su atención se fijó, hace ya más de treinta años, en el modernismo catalán: en Domènech i Montaner, Homar, Jujol, Masriera y, por encima de todos, en Gaudí. A base de paciencia, constancia y dinero -menos del que hoy se necesitaría- se han hecho con una treintena de objetos diseñados por Gaudí. Algunos de ellos -una vitrina de ángulo, de madera y una jardinera de hierro- han pasado a formar parte de las colecciones del Museo d'Orsay por el equivalente de dos millones y medio de euros.
El Palau Güell, en Barcelona, ha tenido la oportunidad de recuperar parte de su mobiliario -dos sillones de caoba recubierta de cordobán y un gran biombo-, pero la institución responsable del edificio y de la exposición La vida en palacio: Eusebi Güell y Antoni Gaudí, dos hombres y un proyecto no ha querido aprovecharlo, ya sea porque no ha dispuesto de presupuesto o por considerar que el mobiliario no merecía el mismo esfuerzo económico que la arquitectura.
'Es una lástima que al mismo tiempo que se mercadea con todo lo relacionado con Gaudí y se autoriza la fabricación de productos derivados que no siempre son de categoría, no se estime importante devolver al Palau Güell sus muebles originales', dice Kiki Uhart. Pero su esposo tiene un mayor motivo de indignación: 'Hoy se exponen en el Palau Güell copias no autorizadas de los dos sillones, copias efectuadas de manera fraudulenta a partir de fotografías de gran calidad que presté a Raquel Lacuesta, comisaria de la exposición'.
Reproducción
Según señaló ayer esta historiadora del servicio de patrimonio arquitectónico de la Diputación de Barcelona, estos sillones no son originales de Gaudí y, añade, el precio que pidieron los coleccionistas por ellos ascendía a 3,6 millones de euros, una cantidad que consideró astronómica si se tiene en cuenta que en todo el mobiliario del Palau, tanto el original de época como las reproducciones, la institución ha invertido en el último año unos 78.130 euros.
Lacuesta reconoció que viajó a París para ver los sillones y que, con autorización de los coleccionistas, los fotografió. 'A partir de estas fotografías y de otras imágenes antiguas de la época se hizo una reproducción aproximada que no intentaba copiar el original, sino reproducir los volúmenes de estas piezas para situarlas en la estancia original', afirma.
El coleccionista se considera estafado y denuncia que nunca, cuando ha prestado sus muebles a museos japoneses, franceses o estadounidenses, ha tenido noticia de que nadie aprovechase para copiarlos. Al margen de que legalmente no haya motivo para reclamaciones, los Uhart consideran que tienen razones para sentirse moralmente estafados. 'Ni siquiera nos han dado las gracias y han tardado mucho en precisar que los originales son propiedad nuestra y que las copias se han hecho gracias a nuestras fotos'.
Babelia
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