_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Austrian connection'

Dándole vueltas y más vueltas a la actualidad de los mares, he llegado a una lógica conclusión, de una rotundidad que se acerca a la evidencia: Austria no está preocupada por la reforma pesquera de la UE. Según parece, el plan de Fischler no incluye a las carpas doradas de los lagos austriacos, y los de aquella nacionalidad que tengan afición a la pesca podrán seguir hundiendo sus anzuelos y sus plomos -pluf- en las aguas de ríos y pantanos. Esto nos coloca en un cierto antagonismo respecto a ellos, que en temas de pesca en agua salada no lo tienen muy claro. ¿Son los austriacos culpables de la situación pesquera europea? La probabilidad de que sea así es inquietante. De hecho, nadie está seguro de que Franz Fischler, que por cierto tiene nombre de pez, se haya dado cuenta de que en su país no existe mucha cultura del mar.

Sería una sorpresa un gran titular para hoy lunes, que dijese: 'Se denuncia que Franz Fischler es austriaco. España y Portugal protestan airadamente ante la falta de cultura marítima del comisario'. Claro que eso sería políticamente incorrecto, porque quién sabe si Fischler no estuvo hace unos meses pescando atunes, por ejemplo. ¿Quién dice que Fischler no sea un gran aficionado a la pesca, aunque sea con mosca? La nacionalidad de un comisario que entiende tan a su modo el negocio de los peces no parece ser objeto de crítica para los países con costa. Evidentemente, el hecho de que Fischler sea austriaco parece venir determinado por un afán de neutralidad en materia de pesca. Mil trescientos barcos desguazados suponen muchas familias en la calle, y eso es algo que Fischler, desde un punto de vista frío que sólo proporciona su supuesta visión neutral del problema, no ha tenido en cuenta.

Insisto: me sigue pareciendo un poco estrambótico que un austriaco sea comisario de pesca. Ustedes dirán: ¿pero qué le han hecho a este hombre los austriacos? La verdad es que no me han hecho nada. Los austriacos se han portado siempre muy bien conmigo, y una vez hasta me invitaron a bailar un vals. Pero es que es precisamente eso. ¿No les escama que los austriacos nunca hayan hecho nada en materia de pesca hasta ahora? Esa aparente lejanía, ese 'je ne sais quoi', ese 'laissez passer' a mí me resultan francamente sospechosos. Cuando estuve en Austria no recuerdo exactamente si comí pescado, pero si lo hubiese hecho estoy seguro de que no sería pescado austriaco, por mucho que se empeñase el maître en convencerme de lo contrario. Así que se podría aventurar que los austriacos nos tienen pelusa por nuestras costas, no solo por nuestras playas, sino por nuestras exquisitas especialidades culinarias, que incluyen muchas variedades de pescado en nuestra dieta, y tal vez no haya nada peor a que te envidie un austriaco en materia de pesca.

La nacionalidad de Fischler, un buen tipo que ya quiso cargarse las plantaciones de olivos españolas, a mí me sigue pareciendo un tanto absurda si tenemos en cuenta su oficio, y puede ser hasta un chiste, aunque repito que alguien quiso que en materia de pesca hubiera objetividad, ¿y quién puede ser más objetivo que un comisario procedente de un país del interior? Evidentemente, por ahora el bacalao y el fletán no se pueden criar en un lago, a pesar de los esfuerzos de los científicos genetistas para producir simpáticos bacalaos de agua dulce y sin escamas. Serían, efectivamente, los primeros bacalaos austriacos: leales, obedientes, disciplinados, y, sobre todo, reformistas.

Debería terminar este artículo alabando a los austriacos después de mezclarles en un asunto tan desafortunado de una forma un tanto gratuita, y de hecho eso es lo que voy a hacer. Los austriacos son estupendos. Ellos nunca han esquilmado el bacalao ni el fletán. Puedo jurarlo. Nunca se vieron barcos de bandera austriaca en los grandes caladeros, y menos luchando como piratas por los últimos peces. En materia de pesca, Austria es neutral. En consecuencia, si fuéramos medianamente inteligentes invitaríamos a nuestros amigos austriacos a un plato de bacalao. Y después, sustituiríamos a Fischler por alguien más adecuado, por ejemplo un comisario suizo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_