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Crítica:ESTRENOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Jo, qué noche!

Es la primera de las seis películas de un polifacético actor, autor y director teatral, Artus de Penguern, a quien hemos visto recientemente en Amelie. Llega a nuestras pantallas Un mal día..., una peripecia surreal, que se diría del pasablemente afortunado cruce entre Jo, qué noche, de Martin Scorsese, de la que toma algo más que el pretexto argumental, y un filme de tesis curiosamente antifutbolística. La película cuenta las tribulaciones de un hipertímido empleado de una empresa de seguros (el propio De Penguern) que, enamorado platónicamente de una atractiva y despistada profesora de ballet (Arbillot), trama una compleja estratagema para entrar en contacto con el objeto de sus desvelos.

UN MAL DÍA LO TIENE CUALQUIERA

Director: Artus de Peguern. Intérpretes: Artus de Penguern, Pascale Arbillot, Elisabeth Vitali, Antoine Dulery, Serge Riaboukne. Género: comedia, Francia, 2001. Duración: 90 minutos.

Pero por el medio, como a cualquier émulo de Jerry Lewis (por quien De Penguern también siente debilidad), todos los objetos, personas y circunstancias inimaginables se interpondrán entre ambos protagonistas, en una noche delirante que coincide, además, con la inverosímil final de la Copa de Francia entre el parisino París Saint Germain y un modesto equipo bretón de Tercera División, el Perros Guirec, origen de la mayor parte de los males que los dos amantes deberán afrontar.

La cosa tiene gracia mientras la espiral delirante de gags y situaciones sorprendentes, muy a menudo también chocantemente imaginativas, se mantiene controlada, que es como decir en más de las tres cuartas partes de su metraje. En ese largo tramo incluye desde frontales befas antifascistas y chistes a costa de la imbecilidad policial hasta un productivo cruce ficcional que desemboca, nada menos, en las páginas de Madame Bovary, novela que la despistada bailarina lee compulsivamente, cuyos personajes irrumpen de cuando en cuando en el flujo narrativo de la, digamos para entendernos, historia principal.

La afea, innecesariamente, un final de guionista inexperto y un tanto atrabiliario: la forma en que intenta casar todos los hilos sueltos que va dejando la enloquecida noche en que transcurre la acción, se antoja punto menos que caprichosa. Pero esto no basta para descalificar a una película tan imaginativa como fresca e hilarante.

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