Malabarismos para moverse
El incumplimiento de los servicios mínimos deja en la estacada a 280.000 vecinos que viven en barrios periféricos
El 20% de los ciudadanos de Barcelona y su área metropolitana llevan toda la semana haciendo malabarismos para llegar al trabajo. Son las 280.000 personas que carecen de transporte alternativo al autobús, los grandes perjudicados por la falta de servicios mínimos en la huelga de los trabajadores de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB).
Desplazarse por la ciudad, ir al trabajo y volver de él se ha convertido para ellos en una especie de gincana, que comienza cuando el despertador suena, ahora más temprano de lo normal. Ya en la calle, hay tres opciones: usar el coche particular (el problema será aparcarlo), tomar un taxi o recorrer largas distancias a pie hasta la estación más cercana de metro, Renfe o Ferrocarrils de la Generalitat. Los vecinos que viven o trabajan en los barrios de Bon Pastor, Vallcarca, El Carmel, Torre Baró y la Zona Franca son los principales afectados. Son, además, zonas cuyos habitantes no pueden permitirse en general el lujo de pagar un taxi dos veces al día. Estas son algunas de sus historias, recogidas ayer a primera hora de la mañana.
- Torre Baró. Sin servicio de autobuses, los vecinos de Torre Baró se quedan literalmente colgados y deben recorrer a pie las cuestas del barrio, ya sea por las empinadas calles o por las escaleras. En algunos tramos, éstas son mecánicas, pero cuentan que no siempre funcionan. Sandra Galletero trabaja como recepcionista en la calle de Rocafort. Normalmente toma el 62, prácticamente de puerta a puerta. Esta semana Sandra tiene que bajar a pie -y subir- hasta la estación de Renfe y coger el tren hasta la Sagrera. Ahí, la línea 1 del metro la deja en Urgell. Reconoce que invierte aproximadamente el mismo tiempo que en autobús, pero 'tanto el tren como el metro van muy llenos y nunca te puedes sentar'. Además, con el autobús se ahorra 10 minutos de cuestas a la vuelta.
Sandra afirma que, 'como trabajadora', entiende la huelga de los conductores de autobús, de la que conoce todos los detalles porque tiene una vecina que trabaja en TMB. 'Si quieren conseguir algo tienen que ponerse duros', manifiesta, pero critica el perjuicio que representa para las personas como ella, que carecen de transporte alternativo, y más en un barrio donde a nadie se le ocurre tomar un taxi durante tantos días. En cualquier caso, cuenta Sandra: 'En este barrio sufrimos todas las huelgas porque cuando nos quedamos sin tren, aunque está muy lejos, también lo notamos'.
La huelga de autobuses también deja a Torre Baró sin el 400, un autobús de circunvalación que recorre el barrio durante todo el día. Lo utilizan tanto las personas mayores para subir a sus casas cargadas con la compra como los niños para ir a la escuela. Además, con el billete de transporte integrado, también son muchos los que al bajar del tren se montan en el 400 para llegar a casa antes y menos cansados.
- Canyelles. Asunción Sanmartí llega a la última de las casas del barrio de Canyelles con una hora de retraso y bañada en sudor. Lleva ni más ni menos que tres cuartos de hora andando cuesta arriba: desde la plaza de Llucmajor. Es trabajadora familiar, y acude tres días a la semana a Canyelles para cuidar a un anciano. Lo peor es que éste no será el único desplazamiento del día. Aún le quedan unos cuantos usuarios que atender. Normalmente utiliza el autobús número 11, una de las seis líneas que comunican este barrio con otras zonas de la ciudad.
Además de los autobuses, aunque a mucha distancia de la mayoría de los vecinos, desde hace unos meses los ciudadanos de Canyelles tienen una estación de metro. Ésta es otra solución para los días de huelga.
Asunción lleva 'jodidamente mal' los días de huelga y sugiere hacer una huelga de usuarios: 'A ver qué les parecería que nosotros no cogiéramos autobuses'. Esta usuaria es muy crítica con la actitud de los huelguistas de no cumplir los servicios mínimos. 'Su fuerza está en que tienen un trabajo fijo, y como no lo perderán saben que cuanta más fuerza hagan más posibilidades tienen de conseguir sus reivindicaciones', señala, y añade: 'Ellos tienen derecho a la huelga, pero nosotros también tenemos derecho al transporte'.
- Zona Franca. Igual de empapados de sudor reposaban en una parada de autobús del paseo de la Zona Franca María Fernández, de 71 años, y su marido, Antonio Alarcón, de 72. Esperaban confiados que algún autobús, por más que tardara en llegar, pasaría por delante y les acercaría hasta el final del paseo, donde iban a comprar a un supermercado. Acababan de dar las diez de la mañana cuando salieron de su casa, en la plaza del Nueve, con el carro de la compra a rastras, dispuestos a caminar una parte del recorrido pero con la esperanza de acabarlo sentados en un autobús. Cuando se acercaban las once, agotados tras casi una hora de recorrido a pie, les confirmaron en la parada que su espera era en vano. Ningún autobús acudiría a socorrerles. María esperaba el que fuera, 'el 9, el 72, el 37 o el 109, cualquiera que me lleve hasta arriba'. '¿Y ahora qué?', preguntaba Antonio. 'Si cogemos un taxi, nos arruinamos en dos días', decía María al tiempo que lamentaba que entre su pensión, de unos 276 euros (46.000 pesetas), y la de su marido, de unos 432, se las ven negras para llegar a finales de mes. No les quedaba otro remedio que andar. 'Pero ya no puedo más. Mis rodillas están fatal y Antonio tiene toda la columna mal'. Aun así se mostraban comprensivos con los conductores de autobús. 'Tienen que pedir, igual que nosotros, los pobres pensionistas, nos quejamos de que nos suban tan poco la pensión, pero que no nos hagan esto, nosotros no tenemos alternativa'. '¿Qué hacemos?' insiste Antonio. 'Pues andar, hay que comprar, hay que comer'.
Poco después se asoma a otra parada Antonia Rodríguez. Cuando se entera de que no habrá autobuses, espeta sin pensarlo dos veces: 'Esto ya es para morirse'. Antonia, que vive cerca del paseo, tenía cita con el notario en otra zona de la ciudad. 'Ayer me tiré una hora esperando. Esto es una vergüenza. Ellos tienen problemas, los demás también los tenemos'. Antonia también se queja de la falta de alternativas en la Zona Franca y la opción del taxi, la única que le queda, no le satisface económicamente. ¿Cómo se las arreglará? Pues como el resto. Andando hasta que tenga acceso a cualquier otro transporte público.
- Plaza de Espanya. En este punto de la ciudad, la desesperación no era por la falta de autobuses, que también, sino por las dificultades de tomar un taxi. En esta plaza llegan en metro y en los Ferrocarrils de la Generalitat miles de ciudadanos que luego recurren al autobús para acabar de llegar al trabajo. El taxi era ayer su salida, pero costaba encontrar alguno vacío. Por ello y por motivos económicos, Ruth Rodríguez, de 27 años; Yolanda Fernández, de 29, y Dina Alsaui, de 23, se presentaron la una a la otra en una parada de autobús y acordaron compartir el taxi que las llevaría a la Zona Franca, donde las tres trabajan. Así tardarían menos en encontrar uno y pagarían un tercio del recorrido. Yolanda puede pasar luego el recibo a la empresa. 'Si no fuera así, tengo clarísimo que no iría a trabajar'. Ruth se plantea proponer algo similar a sus jefes 'por si esto se alarga'. Dina, en cambio, tiene compañeros de trabajo que habitualmente le ahorran el disgusto. Después de 25 minutos de empezar la caza, se subieron, a las 8.50, en un taxi camino del trabajo.
Sonia, una administrativa de 22 años, estaba en las mismas, aunque nada más llegar a la plaza y saber que no pasarían autobuses llamó a un compañero del trabajo para que pasara a recogerla. 'Normalmente puedo escoger entre tres autobuses y hoy no hay ninguno'. Para volver por la tarde, confiaba de nuevo en sus 'amables' compañeros.
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