Blair y los que huyen
En su afán por frenar la llegada de inmigrantes ilegales con todos los medios a su alcance, Blair puede dar al traste con el principio de acoger a los que huyen de la persecución política. Es grave que aunque sólo sea en una 'discusión sobre un mero papel', que filtró el diario The Guardian, su Gobierno haya estudiado medidas como el uso de buques de guerra en el Mediterráneo oriental para frenar allí a los sin papeles, o de aviones de la Fuerza Aérea para repatriarlos. No es ni práctico ni legal ni moral. Pero es un reflejo de que los éxitos de la extrema derecha en Europa tienen un alto poder contaminante sobre políticos que deberían ser más prudentes.
El objetivo declarado de Blair es frenar la llegada de los miles de personas que buscan asilo político en el Reino Unido cada año. Es probable que una parte de estas peticiones no estén justificadas. Pero conviene tener presentes al menos dos datos: el número total de demandantes de asilo ha bajado en los últimos años; sus países de procedencia son, por este orden, Afganistán, Irak, Sri Lanka y Somalia, lo que no deja de ser un fiel reflejo de las crisis que ocurren en el mundo.
Más justificada parece la queja presentada a Francia porque no hace el esfuerzo suficiente para evitar que estos refugiados crucen el canal de La Mancha en busca de oportunidades en el otro lado. Del ignominioso centro de refugiados de Sangatte, cerca de Calais, muchos se escapan a través del túnel bajo el canal. El nuevo ministro del Interior francés, el duro Nicolas Sarkozy, había prometido su cierre, pero ahora lo ve más dificil. Lo que todo esto pone de relieve es la necesidad de que la UE se dote de una política de inmigración y de otra de asilo, solidarias respecto a los acogidos y en el reparto del esfuerzo entre los Quince, a los que cabe recordar que han contraído obligaciones sobre los refugiados a través de la Convención de Ginebra. Sería un triunfo de la derecha xenófoba que Europa dejara de ser una tierra de asilo.
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