La sexta potencia mundial
España es la sexta potencia exportadora de capitales del mundo, pero está en el último lugar en cuanto al crecimiento de la productividad, según un reciente informe de la OCDE.
La OCDE acaba de publicar en su examen anual sobre la evolución de la economía del conocimiento en los distintos países miembros los datos de productividad de la última década. Nos lo temíamos: España presenta el peor ratio de todos los países analizados. Irlanda lidera el crecimiento de la productividad del trabajo y el crecimiento de la productividad total de los factores.
Advierte la OCDE que este singular, por negativo, bajo crecimiento de la productividad de España se ha agravado en el último quinquenio. Rozamos el crecimiento cero en productividad. Nos lo temíamos. Estados Unidos, en los dos mandatos prodigiosos de Clinton-Gore, ha basado su crecimiento económico en el crecimiento de la productividad, generando también mucho empleo, pero gracias a la aceleración del cambio técnico provocado por la inversión masiva en nuevas tecnologías. España no: llevamos el farolillo rojo. Estados Unidos atrae capitales, España los exporta.
Los exportadores compensan como pueden la baja inversión en capital humano e I+D
En efecto, de acuerdo con nuestros estudios sobre flujos de capitales con el exterior y de nuevos datos sobre inversión directa exterior por comunidades autónomas. Ruiz-Gallardón preside una comunidad que lidera las entradas de capital de España: en los tres últimos años, un 70% de la inversión exterior se dirigiría a Madrid, prueba, según él, irrefutable del éxito competitivo.
El modelo va bien..., pero -siempre tiene que haber un pero-, resulta que las salidas de capital hacia el exterior son muy superiores a las entradas. Madrid presenta unos saldos negativos y alarmantes, tanto en el nivel como en la tendencia. En el primer semestre de 2001 las salidas netas de capital por inversiones directas desde Madrid alcanzaron una magnitud que supera el 4% del PIB de España.
Parece paradójico, pero no lo es: la sexta potencia exportadora de capital del planeta presenta el peor ratio de incremento de la productividad de todos los países de la OCDE. Claro: son las dos caras de la misma moneda. La generación de excedentes provocada por el éxito en el modelo exportador de la España periférica se aplica por la España central (Álvarez Cascos dixit) no a incrementar la productividad interior, sino a fortalecer las redes exteriores situadas en Iberoamérica.
La España interior pierde competitividad. La caída de la competitividad de la economía madrileña es alarmante. La tasa de cobertura de las exportaciones de bienes ha caído en cinco años desde un muy bajo nivel del 40% hasta un ínfimo 28%. Madrid no exporta tampoco servicios. Exporta capitales.
La España periférica mira anonada cómo los recursos escasos generados básicamente por pymes y por el trabajo en plantas de empresas multinacionales, en una sorda y callada batalla por la cuota de mercado en el mundo, son dirigidos hacia el exterior. Las pequeñas y medianas empresas son muy resistentes, lo aguantan todo, como la paella; digamos de paso que aprovechan también con éxito las depreciaciones de la peseta y del euro. Los exportadores valencianos, murcianos, almerienses, riojanos y aragoneses compensan como pueden la baja inversión en capital humano y en I+D. Cataluña se ha convertido en una potencia exportadora: el 28% de la exportación total, en buena parte localizada en la nueva Barcelona metropolitana, el nuevo bastión de la economía competitiva, la nueva capital económica por competitividad de España. Baleares, Valencia, Andalucía y Canarias exportan servicios turísticos. De ahí y no de Madrid surge el ahorro que exporta la España interior.
La apuesta americana tiene un precio. Las salidas de ahorro de España se generan con los altos costes interiores soportados por las empresas exportadoras españolas. La dirección alternativa parece clara: asentar el crecimiento de la economía española sobre la base del crecimiento de la productividad interior, moderando las salidas de capitales. Es decir, fortalecer las bases competitivas en los mercados de servicios regulados y potenciar el progreso técnico en la periferia exportadora, en la que, como ya había destacado el gran economista de Reus Romà Perpinyà, vive y trabaja un 75% de la población de España.
Joan Trullén, del Departamento de Economía Aplicada de la UAB. joan.trullen@uab.es
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.