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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Euro-Américas

La segunda Cumbre UE-América Latina y Caribe que se cerró ayer en Madrid ha llegado en un momento crucial para estas relaciones transatlánticas que engloban a 48 países. La crisis económica y la inestabilidad política amenazan de nuevo a la región. EE UU, obsesionado con su seguridad, no presta atención suficiente a esas otras Américas. Y la UE tiende a mirar en dirección opuesta, hacia el Este, donde debe producirse la ampliación. La cita ha supuesto un impulso político a esa 'asociación birregional' que pretende diversificar los centros decisorios en un mundo crecientemente unipolar, pero también ha puesto de relieve que aún queda mucho por hacer. Pese a los progresos, no se han cumplido los objetivos fijados en la primera cumbre, en Río de Janeiro en 1999. Mantener el interés por agrandar estas relaciones es un esfuerzo en el que España debe perseverar después de su presidencia.

La UE es el segundo socio comercial de América Latina, y primero de Mercosur, y también es el primer inversor en la zona. El cierre político en Madrid de las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre la UE y Chile, en la estela del que está en vigor desde 2000 con México, ha sido una señal positiva. No es casualidad que los dos países que más se han acercado a Europa son también los que mantienen más estrechas relaciones comerciales con EE UU, cuyo unilateralismo fue criticado. En general, las quejas latinoamericanas expresadas en Madrid tienen fundamento: Europa debe abrirse aún más, y seguir invirtiendo en la región, y la cumbre se ha comprometido a una mayor liberalización comercial. Sin embargo, es de lamentar que la UE como colectivo no tenga nada que hacer frente a la crisis argentina, que contamina a su vez el desarrollo de Mercosur y las relaciones entre esta organización y la Unión.

La gran novedad de esta cumbre, cuyo único ausente ha sido Fidel Castro-reemplazado en su papel de disidente por Hugo Chávez-, es que se ha hablado más de política que de economía. La condena del 'terrorismo en todas sus formas y manifestaciones' y el compromiso de reforzar los 'mecanismos de cooperación política, legal y operativa' para luchar contra esta tara que amenaza a los sistemas democráticos no debería quedarse en meras palabras, sino implicar la extradición de etarras de Venezuela, demandada por Aznar desde 1996, y la inclusión de las FARC colombianas en la lista de la UE de organizaciones terroristas. Sin caer en la unidimensionalidad de la seguridad, la cumbre ha lanzado un claro mensaje sobre los valores compartidos entre Europa y estas Américas -como el apoyo a la Corte Penal Internacional, rechazada por Washington- y sobre la defensa de la democracia.

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De entre todos los avances logrados en Madrid, la decisión de construir un Espacio Común de Educación Superior supone apostar en profundidad por un futuro que interesa especialmente a España. La educación, a todos los niveles, puede ser la mejor manera de facilitar que América Latina participe más en los aspectos positivos de la globalización y se prevenga frente a sus efectos nocivos.

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