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CRÓNICAS
Columna
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Benedetti, del Nacional

Juan Cruz

Ha vuelto Mario Benedetti. No sólo es Benedetti, sino también Farrugia; entre todos sus parentescos hay un pariente lejano que era de España. Pero la mayor parte de sus ancestros son italianos. Su padre era enólogo. Y a él también le gusta el vino, aunque no lo conoce. Esta vez, Benedetti, que cumple 81 años ahora, trae consigo un libro de poemas (Insomnios y duermevelas, Visor en España, Seix Barral en América Latina) que escribió en circunstancias bien especiales, de las cuales ustedes tuvieron alguna noticia en estas crónicas. Benedetti lleva cincuenta años como asmático. Se le nota, claro, en la respiración y también en su manera de andar, que es un modo de andar particular de los asmáticos: da la impresión de que siempre buscan un asidero, como esos pájaros delicados que tienen mucho cuidado al saltar de un lado al otro de la jaula, buscando agua, siempre buscando agua. Ese largo pasado de asmático puro, ni un día sin que esa respiración endiablada se muestre esquiva, el aire que se pierde en la parte inútil de los pulmones, el asma esencial que nadie puede explicar pero se sufre, ha hecho que su corazón rompiera por los bordes del pecho e hiciera que Benedetti precisara de la asistencia de un marcapasos. A él esa palabra, marcapasos, le hizo gracia; a otros les hubiera producido pavor, pero a él le hizo gracia. Hasta que el médico, del que luego se hizo amigo, le explicó que servía para marcarle el paso a la vida, y para preservar ésta de los ataques del tiempo, y de la incidencia que el asma principal pudiera tener sobre su salud. Así que se sometió a la operación de la que salió, como él suele decir, 'de lo más bien'. Pero estas cosas de la salud y de las máquinas se tuercen alguna vez, y el médico tuvo que hurgar de nuevo en la experiencia de explorar el pecho y, en circunstancias extremadamente delicadas, Benedetti recibió otra vez el implante. Fue, y esto lo dice él ahora, que ha superado con creces el trance, a vida o muerte, y la vida ganó.

Entonces, en aquel momento, la operación no sólo quebrantó la fortaleza física sino que operó -valga la redundancia- de mala manera sobre el ánimo. Para qué escribir más, se dijo el poeta, arrugado como los niños ante la orilla. El médico entonces fue determinante: si usted fuera un arquitecto le diría que siguiera haciendo casas, si supiera extraer vino de las viñas, como su padre, le diría que siguiera siendo cosechero, pero como usted es poeta le conmino a escribir otra vez, como una terapia. Y como terapia se impuso Mario Benedetti la escritura de los poemas de este libro nuevo, Insomnios y duermevelas, que surgió como consecuencia de ese trance y que tiene dentro, escondida u obvia, la esencia del dolor, que él describe con la asistencia de sus armas más conocidas, la música, la ironía y el humor.

Así que aquí está nuevo Benedetti. Los que le vieron en aquellos tiempos en que el insomnio y la duermevela no eran sólo el material del título de un libro, sino un drama verdadero, tangible, no dos palabras, no podían imaginarse que ahora regresara, tan pronto, con estos poemas. 'Debajo de la nieve que me cubre / están mi manta y mi capote / debajo de ese amparo / mi protección de lana / y abajo más abajo / está al fin mi pellejo'. Así está: su piel es la de esos europeos italianos de Umbría, que se parecen todos a él. Ha venido apenado por lo que le pasa a su país vecino, Argentina, donde se vive un drama que él no acierta a definir ni con palabras ni con pesadillas, preocupado también por los efectos que ese deterioro puede tener sobre su paisito uruguayo, y contento de asistir al sol que todas las primaveras le recibe en su tercer país, España, su país más querido, con Cuba y con Uruguay. Sufrió mucho en Argentina, le tiene un gran amor, vive ahí muchas veces al año, pero ese trío de países (con Palma de Mallorca y Madrid como ciudades de preferencia) son los suyos.

Si le apuras mucho y le dejas tranquilo con países y con amores, Benedetti te dirá una verdad que también está en su corazón de irredento aficionado al fútbol: 'De verdad, de verdad soy del Nacional de Montevideo'. Mario Benedetti. En realidad se llama Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farruggia. Con todos esos nombres viaja, sufre, ríe y escribe.

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