La repatriación imposible
65 de los 72 niños devueltos por Melilla a Marruecos este año han retornado a la ciudad en menos de 48 horas
Sólo siete de los 72 menores inmigrantes repatriados este año desde Melilla hacia Marruecos se han quedado en su país. El resto volvieron a la ciudad autónoma al día siguiente. Lo afirma Abderrahim Mohamed, director del centro de primera acogida Hogar del Puerto. 'No tardaban ni 48 horas en estar aquí otra vez', corrobora Miguel Fernández, gerente del centro asistencial Gota de Leche. Desde que, hace casi dos meses, las autoridades marroquíes decidieron no admitir la devolución de más muchachos, la situación ha empeorado. Y el presidente de la ciudad, Juan José Imbroda, cree que se agravará: 'Este es un problema que tiende al infinito', dice.
El Hogar del Puerto está en un edificio situado al pie de las viejas murallas, frente al mar. Tiene capacidad para 18 chicos de 10 a 17 años, pero ha llegado a albergar 42. Ahora mismo hay 26. La masificación se hace insoportable cuando llega la noche y el personal tiene que extender colchonetas incluso en el suelo del comedor para que puedan dormir. Tanto el mobiliario de este centro como el de Gota de Leche presentan un estado lamentable: puertas rotas, colchones rajados, sillas destrozadas, sofás desventrados, interruptores arrancados de cuajo.
Los autores de esta devastación, que contrasta con una limpieza impecable, son los propios muchachos. 'Llegan con un problema de educación', relata Manuel Rodríguez, uno de los educadores. 'Convencerles de que duerman sobre los colchones o de que se desvistan antes de acostarse exige tiempo y grandes dotes de persuasión'.
Mucho más difícil resulta hacerles sentir como propio el mobiliario. A Miguel Fernández se le ha ocurrido que arreglen, pinten y personalicen sus sillas. La idea se la dieron tres chicos del centro. M. A. (17 años), M. M. (16) y M. D. (16) se niegan a fotografiarse en cualquier sitio que no sea su habitación. La han decorado con pósters de Jimmy Hendrix, tapices, plantas de plástico y un equipo de música. Incluso han pintado los tubos de neón para darle ambiente. El resultado es impactante; ellos están orgullosos del asombro que produce en los visitantes. En la puerta han colocado un cartel: 'Por favor, llame antes de entrar'.
Pero estos tres chicos llevan ya dos años en Gota de Leche, disponen de tarjetas de residencia y están plenamente integrados. Con los recién llegados el personal debe empezar a trabajar desde cero. Hace poco, un educador observó que aparecían huellas de zapatos en el borde de un retrete situado bajo un ventanuco. Pensó que alguien aprovechaba la noche para fugarse. Reunió a los chavales y les ordenó que le mostraran su calzado; como esperaba, las suelas de uno coincidían con las marcas del retrete. Su sorpresa fue mayúscula cuando el culpable le explicó que era el primer váter que veía y que creía que debía subirse a la taza para hacer sus necesidades.
Melilla acoge hoy a 180 muchachos y el Estado sólo le proporciona 1,5 millones de euros (250 millones de pesetas) para atenderlos. Las instituciones están de acuerdo en que se trata de una cantidad insuficiente. 'Ese presupuesto era ajustado en 1998, cuando nos fueron transferidas las competencias sobre menores. Pero ahora estamos gastando 1.000 millones , y aún nos quedamos cortos', declara el presidente Juan José Imbroda, de Unión del Pueblo Melillense (UPM). Imbroda no cree, sin embargo, que el problema sea sólo económico: 'Construimos uno, dos, diez centros más. Bien. ¿Qué supone que sucederá? Pues que vendrán 500 niños y estaremos en las mismas. Tendríamos que convertir la ciudad en una gran carpa para darles cobijo a todos'.
En el fondo de la polémica está la actitud de Marruecos. Las autoridades no se explican por qué el país vecino renuncia a proteger a sus pequeños. 'Cada vez vienen desde más lejos', cuenta el director del Hogar del Puerto. 'La mayoría de los que tenemos ahora proceden de Fez'. 'La prueba de que no son de los alrededores está en que no hablan tamazight, el dialecto del Rif, sino el árabe', añade el gerente de Gota de Leche.
La convención de sobre los Derechos del Niño entiende por tal a 'todo ser humano menor de 18 años de edad'. Cuando el forense establece, tras examinar la correspondiente prueba ósea, que un joven que ha cruzado la frontera supera esa edad, el afectado acude a Marruecos y vuelve a Melilla con un documento oficial que afirma que acaba de cumplir 15. 'Y nos lo tenemos que tragar', dice Manuel Rodríguez.
Los chicos llegan a Melilla, empujados por la miseria, con el objetivo de conseguir papeles y pasar a la Península. En su tránsito por la ciudad, los expertos han detectado tres etapas de comportamiento. Al principio ven su objetivo muy lejano, y se dedican a cometer todo tipo de tropelías. 'En el último mes hemos tenido seis denuncias por hurtos de móviles o de bolsos por el procedimiento del tirón', cuenta Abderrahim Mohamed. El primer cambio de conducta se produce cuando ven aproximarse la fecha de su documentación: 'Se muestran solícitos y agradables', relata Manuel Rodríguez. La tercera comienza cuando reciben los papeles: 'Entonces, se quedan tranquilos', apunta Miguel Fernández. Los que no están tranquilos son los 70.000 habitantes de Melilla, entre los cuales el aumento de los delitos cometidos por menores inmigrantes ha creado una peligrosa alarma social.
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