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Columna
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Novedades de primavera

Udalbiltza (auténtica) cabalga de nuevo y tras el letargo invernal, parece haberse despertado pletórica de fuerzas: desbordamiento democrático, propone. Nada menos. También EA, por su parte, se conchababa hace unos días con varios y variados partidos para anunciar en un manifiesto la puesta en marcha de un proceso de soberanía. La autodeterminación, este año, viene que arrasa.

Bromas aparte, merece la pena examinar si en estas escaramuzas primaverales hay algo nuevo o son repeticiones de lo mismo para que no se nos olvide. ¿Se ha movido alguien de donde estaba? Esa es la pregunta. En este aspecto, lo de EA y compañía es realmente interesante ya que el documento contiene algunas novedades y también algún mérito reseñable. Meritoria es, por ejemplo, la voluntad que demuestra de aclarar el debate, cosa muy de agradecer. Esto se ve claramente en la exclusión del texto de términos vagos y nebulosos como el del conflicto, tan traído. En vez de esto, el documento define directamente, con todas sus palabras, cuál es en su opinión el problema que tenemos: en el País Vasco -dice-, existe una falta de democracia. Esta explicitación, que casi nunca se hace, a mi modo de ver es extremadamente positiva, ya que, en efecto, el único significado intelectualmente digno y políticamente aprovechable para la discusión que puede tener el término 'conflicto', si ha de ser algo más que una simpleza ('los vascos no estamos de acuerdo en muchas cosas') o el reflejo del fascismo más o menos disimulado del que lo utiliza ('aquí no se hace lo que digo yo'), es precisamente ese: falta de democracia, es decir -y propongo esta definición, que creo ampliamente aceptable-, falta de cauce político para una aspiración extendida de la población. Ya tenemos pues algo de que discutir. No está mal.

Udalbiltza cabalga de nuevo. Este año la autodeterminación viene que arrasa
Usar metáforas es siempre peligroso. Una vez echadas a andar, siguen solas

Pues bien, el problema es que a tenor de esa definición, conflicto de esa clase existe, y de forma además muy relativa, únicamente en las Vascongadas. Ahí sí quizás pueda decirse que una parte grande, no sé si mayoritaria, de la población no ve cauce inmediato para una aspiración que ella vive como importante (que lo sea o no objetivamente no hace al caso, ya que en una democracia las aspiraciones del prójimo no pierden legitimidad porque a uno le parezcan estúpidas). En este entorno sí tiene sentido el término, pero solo en él.

De hecho, los que vivimos in partibus, cuando oímos a los dirigentes nacionalistas hablar con tanta convicción, incluyéndonos, del conflicto en que vivimos, no podemos evitar la sensación de que consciente o inconscientemente esta gente siempre habla desde una condición irreductible de guipuzcoano o vizcaíno y presta gratuitamente a los demás territorios apetecidos las mismas ansias y preocupaciones. Cuando, por ejemplo, Jonan Fernández declara, en una concentración de protesta por el asesinato de Ernest Lluch, que 'el Estatuto y el Amejoramiento son una jaula para el Pueblo Vasco', uno en seguida entiende varias cosas: que el que habla es un guipuzcoano, que el Pueblo Vasco que le anda en la cabeza es Guipúzcoa y aledaños, que la mención de Navarra es puramente ritual (obligada por ser la concentración en Pamplona), y que la imagen mental que tiene de esta provincia es una clonación y extensión mental de la realidad guipuzcoana (guipuzcoana nacionalista, para ser exacto). Y lo mismo tienen que sentir necesariamente los vascofranceses.

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Por cierto que esta extrapolación, absolutamente ilegítima, de problemas y aspiraciones propios al prójimo, era precisamente el punto clave y el lastre antidemocrático del Pacto de Estella. Y es que en un pacto, en cualquier pacto, todas las partes ponen algo de lo suyo y si una de ellas era, como ETA, una organización totalitaria, pues naturalmente algo de eso tenía que quedar en el contenido.

Entonces, y vuelvo a la pregunta inicial, expulsado del club el socio criminal, ¿ha cambiado el programa? ¿Se ha eliminado su lamentable aportación? Lo que traen ahora ¿es algo distinto o es lo mismo pero sin muertos? Es difícil de decir, pero sí, parace que la cosa se ha movido un poco: El proceso soberanista que inician y que, dicen, superará el marco político-jurídico actual, respetará 'el nivel de conciencia de los diferentes territorios'. Esto, en su interpretación más favorable, parece en efecto destruir el antedicho principio del Pacto de Estella, según el cual la creación de instituciones nacionales vascas debía estar ya cumplida en el propio punto de partida. Ahora parece que se abandona la gran concesión a ETA, la unificación territorial previa e innegociable. Parece, digo constantemente, porque en realidad la cosa es algo confusa. En efecto: si se 'respeta la voluntad de los distintos territorios', todos sabemos que entonces, hoy por hoy, es imposible superar ningún marco, salvo en la Comunidad Autónoma Vasca. Superar y respetar a la vez o, por decirlo en los términos, absolutamente paralelos, de Udalbiltza, desbordar pero democráticamente, solo es planteable hoy en las Vascongadas, y quizás no en todas sus provincias, como acaba de recordar el socialista Javier Rojo. Entonces todo esto ¿se refiere solo a la CAV? No lo parece, si es que navarros y vascofranceses están ahí algo más que de adorno. ¿O es que el proceso de soberanía que inician va a consistir solo en continuar con la labor de persuasión en los territorios refractarios? Eso parece poco proyecto para tanto ruido. Y es en este momento cuando el lector -y quizás también los propios firmantes- deja de saber de qué está hablando en concreto el documento. En lo que no se ve ningún cambio desde luego es en la afición a las formulaciones esencialistas: el proceso, como ya se ha citado, se hará 'respetando el nivel de conciencia... y los ritmos de los diferentes territorios'. En el imparable camino hacia la luz, algunos (en ciertos territorios casi todos) llevamos por lo visto retraso. Claro que esto se dice precisamente para reconocernos el derecho al retraso, lo cual se agradece, pero por otro lado estas formulaciones ridículas indican claramente que se está poniendo en el plano de las esencias lo que en una visión laica de las cosas corresponde enteramente al plano de la convención (a si convenimos o no en organizarnos de determinada forma).

A este respecto tampoco es manca la metáfora que utiliza Udalbiltza, el desbordamiento. Obsérvese que la imagen pertenece al ámbito de los fenomenos de la naturaleza, caracterizados por suceder de forma inevitable (lo cual, por cierto, explica por qué les gustan tanto estas imágenes a los autoritarismos). Los ríos se desbordan sin pedir permiso a las poblaciones afectadas; se desbordan porque, como se dice entre nosotros, está de Dios que se desborden, porque es su destino. Válgame Dios. Me pregunto, dicho sea de paso, si los electos nacionalistas tenían también presentes las otras connotaciones que la imagen del desbordamiento implica: la devastación, la ruina. Me figuro que no. Y es que usar metáforas es siempre peligroso. Una vez echadas a andar, siguen solas.

Todo esto, claro, es la actitud definitoria del nacionalismo, vasco o no (su formulación más clara es la muy conocida de José Antonio Primo de Rivera: la unidad de destino), es decir que esto es precisamente lo que uno esperaba de EA y Aralar. Algo más sorprendente resulta, aunque tampoco demasiado a estas alturas, ver a partidos de izquierda radical firmar debajo de estas cosas. Uno creía que el río de éstos, el que tratan ellos de hacerse desbordar, era el universal de la Historia, no el de un pueblo elegido en particular. Pero ya digo que tampoco esto ya sorprende mucho, después de ver a un comunista gobernar en coalición, y aparentemente en armonía, con lo más granado del carquerío clerical vasco. El mundo, Horacio, ha cambiado que es una barbaridad.

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